martes, 23 de septiembre de 2008

Relación con la tierra

Martes, 23 de Septiembre de 2008

Paciencia estratégica

Por León Rozitchner *

Un nuevo concepto acuñado por las fuerzas armadas de los EE.UU. y utilizado por su enviado político-militar a la Argentina, Tom Shannon, se denomina: “paciencia estratégica”. ¿Qué significa esto? ¿Que a la paciencia se la llama ahora “política” y cuando se les acaba la paciencia se la llama “intervencionismo armado” y guerra? O tiempo o sangre: a eso volvemos. La paciencia es entonces un lapso intermedio en el que sólo se tolera –y eso sería la política– que la ciudadanía inocente crea que la democracia funciona con su legalidad jurídica, y como si en ella se tuviera derecho a modificar la realidad social por medios pacíficos. Quieren que nos demos cuenta: si se sobrepasan las cosas se agravan. El árbitro armado saca la tarjeta roja y manda a parar el juego por medio de las armas de fuego. ¿La paciencia está por acabarse y por eso nos mandan la IV Flota?

También han tenido una larga paciencia los pueblos aborígenes en Latinoamérica, que son al parecer aquellos donde la resistencia mantenida durante casi cinco siglos también se ha acabado. Era a su manera una paciencia estratégica, que nunca se había perdido. Esto no coincide con lo que, utilizando las categorías de la izquierda tradicional, se ha llamado la lucha de clases del “proletariado”. Son rebeliones y luchas políticas campesinas de las cuales el nuevo Estado se nutre, que se apoyan en una cultura colectiva diferente a la atomización social que produce la industria racionalizada sobre fondo de un cuerpo maquinal humano como el que describe Descartes. Nuestros obreros, en su mayoría, cuyos ascendientes llegaron de Europa –italianos, españoles– vinieron en cambio ya cristianizados, convertidos en sujetos “abstractos”, como Marx decía de los ciudadanos burgueses separados y aislados, descomunitarizados por imperio de la figura de Cristo con la cual cada uno se identificaba. El peronismo les prestó a sus descamisados una pseudo “comunidad organizada”, política y también religiosa. No hubo reforma agraria aunque se nos industrializara: a la oligarquía se le hizo el campo orégano sin perder ni una hectárea. La comunidad indígena aborigen, en cambio, mantiene otro modelo: conservan a la Madretierra, a la Pachamama, como fundamento de los lazos sociales, ligados desde la sangre y el cuerpo al cuerpo materno de la Naturaleza, sobre cuyo regazo húmedo siempre vivo todos se acogen. Muy diferente al modelo del cuerpo de la Virgen María sin pasiones sensuales: llena de pasiones tristes, sólo espirituales y celestiales, nunca terrenales.

Si algo tiene de notable lo que está sucediendo en Latinoamérica es que los cambios y las transformaciones políticas que se están produciendo provienen de los pueblos aborígenes que fueron esclavizados por los europeos con la cruz y la espada. La izquierda, dispersa, mientras aspira a que los nuestros también se unifiquen, los mira, envidiosa. No son allí tampoco los partidos políticos populistas de izquierda –como el PT brasileño o el PJ peronista– los que han hecho punta y sostienen esta verdadera resistencia colectiva allí donde las otras se han apagado. En ellos, paganos, el reclamo surge desde la tierra común que reclaman y no desde el maquinismo abstracto, donde se ha perdido la cercanía con la tierra de la que sin embargo la industria se crea, y con ello se olvida el sentido material de la creatividad humana. Bienvenido el pedido de la industrialización para desarrollarnos. Pero si viene acompañado de una recuperación de la tierra de la que los argentinos fuimos despojados, como se hizo visible que nos es ajena en el reclamo de nuestros “dueños de la tierra” patria como propiedad privada. La tierra entre nosotros también fue cuantificada, cristianizada, y por eso aparecía la imagen religiosa entronizada en el relicario de la Mesa de Enlace, como amonedada fue la Madretierra al cuantificarla y entrar en el circuito de la tierra convertida en fondos financieros. Cada uno de los argentinos pobres, la mayoría digo, vivimos en el aire: hemos perdido la relación con la tierra como cuerpo común que nos sostenga unidos. Cuando fueron convocados a morir por un pedazo de la tierra patria en las Malvinas, jóvenes patriotas argentinos que sobrevivieron volvieron a una tierra patria privada que los condenó al suicidio o a la mendicidad: no tenían ni un cacho de tierra humana que los acogiera, las cuentas no daban. Aprendamos de los aborígenes: ellos nunca vendieron a su madre. Por eso, cuando la paciencia se les acaba no es igual a la paciencia que pierden las fuerzas armadas norteamericanas. Tienen el tiempo terrenal de la Naturaleza, no el tiempo inhumano que les marca la Bolsa. El infinito cualitativo de la Tierramadre donde viven sus sueños los hombres tiene un tiempo distinto del Paraíso cuantitativo y amonedado, online, instantáneo, que es el tiempo “real” pero vaciado de vida del capital financiero.

Por eso, nuestros “noticieros” se despiertan de día con la Bolsa, no la vida, y cierran de noche su ojo viscoso con el Credo.

* Filósofo.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Sobre la educación secundaria

Viernes, 19 de Septiembre de 2008
CONTRATAPA › LO PEOR QUE LE PUEDE PASAR A LA EDUCACION MEDIA

Adultos versus adolescentes

Por Abraham Gak *

La controversia generada entre las autoridades del Ministerio de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los estudiantes secundarios, padres y muchos docentes, con motivo del otorgamiento de un número de becas juzgado como insuficiente, ha generado un conflicto que lejos de solucionarse se mantiene en estado de ebullición.

Son muchos los expertos que han señalado que la raíz de nuestros males en estos temas radica en que el sistema de educación media aún está asentado sobre paradigmas que fueron los que guiaron su nacimiento allá lejos en el siglo XIX. Y que consideran a la adolescencia como una moratoria social, un tiempo de espera, de preparación para el futuro. Así nació nuestra escuela secundaria, en principio, para formar la futura clase dirigente. Características elitistas, homogeneizantes, disciplinarias, con fuertes componentes autoritarios fueron su expresión. Sostenida en conceptos que estuvieron fuertemente apoyados sobre nociones pedagógicas vigentes en la época, fue propicia para circunstancias en las que convergían los intereses de grupos de inmigrantes, ansiosos de que sus hijos tuvieran un ascenso en el reconocimiento social, y el Estado, necesitado de generar una nueva identidad propia para el país.

Hoy, la actual confrontación entre adultos y adolescentes nos remite al pasado, ya que no nos queda otro camino que el asombro ante la torpeza con que las autoridades encararon y encaran el problema. Es un ejemplo obvio de cómo un conflicto que debió ser resuelto con un esquema de diálogo y aprendizaje de ciudadanía se transformó en una compleja maraña de intereses, cuya solución dejará vencedores y vencidos. Lo peor que puede suceder en educación.

La educación es poderosa por su capacidad de producir alguna diferencia en el sujeto y poder así generar que algo suceda. La visión retrógrada de un Ministerio de Educación que cree que es saludable doblegar la natural rebeldía de los jóvenes con el absurdo concepto de que así va a poder enseñar mejor, instaurando la existencia de un orden pretoriano, con listas negras, suspensión de clases y ausencia de diálogo, crea un vacío de sentido público, un quiebre de la institucionalidad, sorda si de cambios se trata. Desaparece la posibilidad de problematizar, para considerarlo, simplemente, un obstáculo y como tal, sacárselo rápidamente de encima, alejando incluso la posibilidad de construir matrices de aprendizaje diferentes desde las que se puedan pensar nuevas relaciones educativas.

La representación de estar formando jóvenes obedientes que concurran mansamente a la escuela para sentarse en sus bancos, prestando atención a la palabra indiscutida del maestro, lleva a la concepción de la adolescencia como transición, cuando es una forma de vida que hay que conocer para poder acompañar a los adolescentes en sus proyectos y decisiones. Este modo irracional e ignorante de las características de los jóvenes sólo nos va a llevar a enfrentamientos cada vez mayores, de los que saldrán perdiendo, expulsados del sistema, aquellos chicos más audaces, más transgresores y tal vez los que tienen mayores posibilidades de producir cambios y tener influencias positivas sobre sus compañeros.

A nuestro juicio, la tarea fundamental es ayudar a los jóvenes a crecer, a mejorar su autoestima, con fuerte vocación democrática y pensando que tienen un futuro y que pueden lograrlo, sintiéndose corresponsables de lo que sucede en su contexto.

No es novedad para ninguna autoridad educativa haber tenido que pernoctar en la escuela junto con los alumnos en alguna toma. Mucho es lo que se puede lograr si, en vez de generar temor ante medidas de individualización y amenazas de sanciones, convertimos la crisis en oportunidad. No hay mejor oportunidad para la formación de un buen ciudadano que las discusiones, debates y asambleas en los que se confrontan opiniones sin violencia, haciendo conocer los distintos roles que cada sector de la comunidad representa. Pocas veces la enseñanza de la no violencia tiene mejor oportunidad para ser colocada en el centro del conflicto.

Es sorprendente que el ministro de Educación de la ciudad, que es doctor en Educación y autor de una significativa producción escrita, haya aceptado este rol confrontativo, que lo obligó no sólo a dar explicaciones públicas y en especial a los legisladores, e incluso, reconocer la justicia de los reclamos aunque tememos que no va a lograr reducir la brecha que lo separa de docentes, padres y alumnos. Es de lamentar que la “tolerancia cero” sea el objetivo del sistema educativo del gobierno de la ciudad.

Sabemos que muchos padres se sienten impotentes para enfrentar las actitudes rebeldes, transgresoras e imprevisibles de sus hijos adolescentes y verían con gusto que la escuela se encargara de “ponerlos en vereda”. Hay padres que temen las reacciones de sus hijos y sueñan con que otros las enfrenten en su lugar. Por otra parte, no es menor la cantidad de adultos que ven a los jóvenes como enemigos, causantes de todas las tropelías que deben soportar en la vida diaria y por lo tanto también van a aplaudir con entusiasmo que se hagan listas con los transgresores y se les aplique todo el rigor de la ley.

La raíz del problema, a nuestro entender, es la necesidad de cambiar el eje de los protagonistas del acto educativo. Las estrategias deben considerar las nuevas formas de acceder al conocimiento. De la presencia omnímoda del docente debemos pasar a centrar la acción en los estudiantes, generando un lugar donde el adolescente desee estar. Esto requiere una estructura escolar totalmente diferente de la vigente ya que, por un lado, el docente ha dejado de monopolizar el conocimiento y los estudiantes tienen muchas otras fuentes a las que recurren con independencia y asiduidad, de modo que muchas veces los saberes del docente son confrontados por sus alumnos. Es pues un momento oportuno para analizar los cambios imprescindibles que permitan enfrentar un problema que se va a agrandar con el transcurso del tiempo y que tendrá graves consecuencias para el futuro del país.

Por otra parte, debemos aceptar que la función principal de la escuela debe ser lograr que cada estudiante construya su propio proyecto de vida, colaborando con su crecimiento, comprendiendo su cultura, conteniéndolo frente a la fuerte influencia de su contexto, creando en él conciencia de solidaridad y sobre todo brindándole respeto y un afecto sincero e incondicional. Además, se debe enfrentar el desafío de reemplazar el concepto de homogeneización por el difícil ejercicio de la diversidad adaptando la didáctica y la pedagogía a los grupos que conforman estas tribus juveniles que muchas veces nos asombran, asustan y confrontan. Seguir sin atender estos cambios lleva indefectiblemente a profundizar la brecha entre adultos y adolescentes.

Es de desear que este conflicto llame a la reflexión a las autoridades municipales y las lleve a modificar los criterios hasta ahora en vigencia. Si esto sucediera, tal vez se pueda comenzar a pensar que hay que cambiar de fondo la educación secundaria para poder enfrentar el desafío de que todos los niños, niñas y jóvenes hasta los 18 años estén en la escuela, terminen su secundario y accedan a estudios superiores.

Sólo cuando los hijos de los asalariados, de-socupados y excluidos puedan concurrir a la universidad, podremos imaginar un país diferente, más justo y solidario.

* Profesor Honorario UBA.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Tomas de colegios

Jueves, 11 de Septiembre de 2008

LA VIDA DETRAS DE LA OCUPACION DE LAS ESCUELAS SECUNDARIAS

Hay una toma en el colegio
En estos días de tomas en colegios secundarios, las sospechas son más o menos estándar: ahí debe haber sexo, drogas y rock and roll. ¿Qué otra cosa puede pasar en un sitio lúgubre y a puerta cerrada, con todas esas hormonas revoloteando y un dulce tufillo a prohibido? Pero adentro, el infierno son los otros; afuera, funcionarios de hielo y viejas reaccionarias; puertas adentro, los conscientes de que algo hay que cambiar. Disculpas, entonces, por aniquilar el morbo. Pero si todo sale mal, el lunes vuelve la toma generalizada.


Por Mario Yannoulas

“Colegio tomado” espetan los carteles pintados a mano y algún que otro graffiti. Nada fuera de lo común. Un reclamo por mejoras en la calidad de la educación pública. No es novedad. 16 secundarios porteños tomados en el transcurso de una semana es un buen número. Representantes de 57 colegios reunidos en asamblea es una banda. 30 mil alumnos sin becas, también. Hay ciertas cosas que el dinero sí puede y debe comprar, y de eso se trata la nueva lucha de los estudiantes secundarios porteños, que planean una toma generalizada para el lunes en la Capital.

La toma es un recurso de protesta tan clásico como las polémicas que genera. Si se hace la prueba de invocarla en charla espontánea con un desconocido, son altas las probabilidades de escuchar palabras como “vagos” o “pendejos” del otro lado. Pero pocos saben efectivamente qué es lo que pasa durante el día, y qué ocurre cuando las puertas se cierran con todos esos adolescentes adentro. Por otro lado, tampoco se conocen los motivos esenciales. En definitiva, no se suele saber bien qué carajo hacen los pibes desde adentro.

El argumento
La gota que rebalsó el vaso fue el recorte del 50 por ciento de las becas de estudio por parte del jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, y su ministro de Educación, Mariano Narodows-ky. El discurso paralizante y anti–política que avanza desde la última dictadura, y hoy tiene en el PRO un exponente, fue la génesis de su propia paradoja, tal vez por creer que siempre se puede tirar un poco más de la soga. Pero los pibitos se retobaron, porque al recortar 10 millones de pesos en becas, que les hubiesen permitido a treinta mil (¿ex?) estudiantes llegar al colegio en transporte público o comprar materiales de estudio, entre otras cosas, el gobierno porteño completó la lista: bajos salarios docentes, falta de presupuesto, pequeñas viandas podridas y condiciones edilicias preocupantes ya eran suficiente. Seguramente, la consecuente deserción tienda a engordar los números del trabajo infantil.

Los reclamos hacia la política macrista se pliegan a un descontento general con respecto al estado de la educación pública. Paralelamente, estudiantes de la UBA también toman facultades y sus docentes también paran, en reclamo por mejores condiciones edilicias y mejores sueldos.

Las sospechas son las mismas que recaen sobre cualquier tipo de juventud más o menos estándar: ahí debe haber sexo, drogas y rock and roll. ¿Qué otra cosa puede pasar en un sitio lúgubre y a puerta cerrada, con todas esas hormonas revoloteando y un dulce tufillo a prohibido? Pero adentro, como lo escribió Sartre hablando de puertas cerradas, el infierno son los otros: afuera, funcionarios de hielo y viejas reaccionarias; puertas adentro, los conscientes de que algo hay que cambiar, y de que esos cambios sólo llegan después de pelearla. Disculpas por aniquilar el morbo, pero éste no es un caso de sexo, drogas y rock and roll. Más bien es asamblea, sanguchitos y emepetres.

En el secundario, después de los floggers, los emos, los tragas, los pibes chorros y los inclasificables, están los que militan. “Allá están los hippies”, señala uno cuando se le pregunta por ellos. Aunque todavía los pinte un poco el espectro psicobolche, los militantes están menos lookeados que antes. Son más identificables por la negativa, porque no se peinan liso y al costado, no usan ropa llamativa ni excesivamente oscura, no usan llantas ni pantalones chupines. Su lengua no está tan empapada de palabras digitales, dicen más veces “lucha” que “posteame”, y les tienen menos miedo a las relaciones cara a cara. Entre la Revolución Rusa, el Cordobazo, la iconografía de los ‘70 y la nube de bits de la blogósfera, la franja de militantes secundarios actual es algo así como un eslabón perdido en la cadena de vínculos sociales púberes. La particularidad de estas últimas semanas es el alto nivel de adhesión que lograron, incluso en compañeros que nunca se habían interesado por la política.

Militancia en movimiento
Ana Walger es alumna de cuarto de la Escuela de Cerámica Nº 1, de Almagro, el colegio que se arroga más tiempo seguido de toma, con doce días corridos en la cartera. “El año pasado, el movimiento era prácticamente nulo –relata–, pero con esto de las becas los chicos se acercaron al centro de estudiantes, nos empezamos a reunir en asamblea para explicarles cuál era el problema y contarles los otros motivos por los que nos parecía propicio tomar el colegio. De a poco, a medida que se informan, se interesan mucho más.” María Clara Fiszson, compañera de lucha, sugiere que la participación real sigue sin ser mayoritaria: “Acá, de 306 alumnos, sólo cincuenta estábamos fijos en la toma”, dice.

Las historias de toma aparecen atravesadas por la relación de los alumnos entre sí –ponerse de acuerdo para decidir qué hacer, ponerse de acuerdo en la manera de pasar las horas nocturnas, ponerse de acuerdo en qué hacer si alguien prende un porro–, por la relación con las autoridades del colegio y, por último, por las reacciones del gobierno de la Ciudad ante las medidas.

Pero esta vez los pioneros son los alumnos del Mariano Acosta, que a mediados de julio han dado el puntapié inicial en la lucha contra el gobierno porteño. También lo decidieron en asamblea, por votación de la mayoría. De ahí en adelante, el resto de los colegios parece seguir esos pasos. El problema que afrontan los alumnos del Acosta, y que luego va a tocar a los de Cerámica, son las denuncias de sus propias autoridades por usurpación de espacios públicos.

Es la primera vez que Gonzalo se queda a dormir en el colegio. Mira cómo sus compañeros sacan sanguchitos de las mochilas y se quiere matar. Pide ayuda y se le solidarizan con unos mordiscos. Le queda tan sólo medio paquete de pepitas húmedas, de las que vienen con el dulce rígido. Se olvidó de decirle a la vieja que, por más que no lo apoye en ésta, al menos no lo deje morir de hambre. Mientras dura la asamblea no escucha los ruidos de su panza. Sólo las opiniones de los demás. No entiende cómo puede perderse tanto el tiempo en discutir pelotudeces. Horas después, alza la mano a favor de un día más de toma y se tira a buscar música en el reproductor de mp3. De algo está casi seguro: muy lejos estamos de la revolución.

Como Gonzalo hay muchos. La toma tuvo más debutantes que otras veces, que descubrieron que gran parte de los tiempos muertos llegan a la noche, cuando la mayoría se va a casita y hay que poner el cuerpo. En tanto algunos hablan de atacar a Kirchner y a Macri por igual, una cartulina roja pendula, a punto de caerse. El techo también está a punto de sucumbir, y por eso algún cauteloso le puso un enrejado abajo. Como para cuidar las cabecitas.

La comisión va por dentro
Una comisión proyecta armar muestras, clases públicas y charlas abiertas, mientras uno exalta a todos con las “buenas” nuevas: Macri se está dedicando a armar listas negras. Las caras de indignación le dan paso a una nueva asamblea, en la que expresiones de miedo y de furia se disputan el mando. Algunos ya agachan la cabeza porque no pensaban llegar a tanto. A otros se les sale la adrenalina por los ojos. Uno recuerda la famosa “Noche de los Lápices”. Otro se limita a gritar: “¡Qué facho hijo de puta!”. A esta altura, el colegio no parece un lugar tan divertido como cuando hay hora libre. Una rubia acurrucada en un rincón busca refugio en la lectura: es La insoportable levedad del ser.

Camila González, alumna de quinto año del Fader, opina que esta vez la toma fue bastante organizada. “Es la primera vez que no somos diez gatos locos”, confiesa. La primera asamblea se impulsó cuando no hubo respuestas sobre la obra del edificio, que está parada desde hace un año y medio. Ahí se decidió la toma. Al día siguiente, 330 pibes de la mañana ratificaron la medida. Se mueve para organizar un festival, una exposición y diferentes talleres, para esa gente que piensa que cuando hay toma no se hace nada. La última ocupación termina con una movilización en la que el Fader solito mueve a 130 pibes. “Hacía mucho tiempo que no llevábamos tanta gente. No serán buenos oradores en asamblea, pero tienen los ojos abiertos, saben qué es lo que está mal y qué hay que hacer”, traduce.

Otro chiste de Maurizio: se dicta la suspensión de clases en todas las instituciones tomadas, para romper con lo que se venía haciendo en colegios como el Avellaneda, es decir, toma con clases. “Es un intento por hacernos pelear con los padres y el resto de la gente, y desbaratar el movimiento”, opina María Clara, de Cerámica.

Iván Ikosky, alumno de cuarto año del Normal 6 de Palermo, reflexiona sobre la forma de hacer política en su colegio, que se complica cuando, además de secundario, hay jardín, primario y terciario. El 40 por ciento de los alumnos secundarios le dice sí a la toma. “Se dieron asambleas en forma constante, fue algo democrático, con padres del primario que vinieron a confrontar y que terminaron apoyándonos después de escucharnos en asamblea. Los terciarios también dieron su apoyo.” Sin embargo, en su colegio la toma dura menos de veinticuatro horas, y a Iván le comunican que está suspendido por dos días. “Están persiguiendo a todos los que impulsamos la medida. En vez de unirse, se paran en la vereda de enfrente”, se queja. En Cerámica se había permitido la cursada normal de los terciarios. Luego de doce días, los compañeros deciden a cara cansada que la propuesta es de no levantar la toma sino suspenderla hasta que haya novedades.

El martes 2 llegan novedades para todos. En la puerta del Avellaneda, ya despejada del alumnaje, reluce una misiva dirigida al rector, firmada por Walter Bauzada Martínez, subsecretario de Inclusión Escolar y Coordinación Pedagógica. Cada colegio recibe una igual: “En virtud de haber superado el momento en el que las tomas impedían el diálogo, y de acuerdo con nuestro compromiso público de garantizar que cada estudiante que lo necesite tenga su beca, es que le solicito que transmita al Centro de Estudiantes de su institución la invitación a una mesa de diálogo, el día jueves 4 a las 19 horas en la Dirección de Juventud, ubicada en la calle Piedras 1821”, dice. Participarán de la reunión el coordinador del programa de Educación y Memoria, el coordinador del programa Ciudad Educativa, la misma subsecretaría y un representante de cada centro de estudiantes convocado.

Al día siguiente, alumnos y docentes marchan juntos hacia el Ministerio de Educación porteño, en Paseo Colón al 200. Entre tantas consignas, se convoca a representantes de todos los colegios a una asamblea general estudiantil, a realizarse el sábado 6 de septiembre en el colegio Rawson, de Villa Urquiza.

La coordinación
Es sábado a la tarde. Las calles están mojadas y parece ser el día más frío del año. Rodolfo sale a la puerta del Rawson y defenestra la reunión del jueves. “Nos mandaron a un don nadie que de ninguna manera va a poder solucionar la problemática, porque nosotros mismos tuvimos que explicarle qué era lo que estaba pasando. Nos preguntaron qué solución proponíamos, y les dijimos que queremos becas, viandas y presupuesto, cosas que se resuelven con plata que venimos reclamando desde principio de año. Nos dijeron con rodeos que no nos iban a dar nada. Y no es porque falte guita sino porque están atacando políticamente a la educación pública.”

El fracaso de la reunión parece haberle dado más impulso a este encuentro, que se perfila como histórico. Hay representantes de 57 colegios (36 de Capital, 20 de provincia) interesados en el tema, que por lo visto sobrepasa los límites de la Ciudad y por momentos se extiende a un reclamo a nivel nacional, dependiendo de quién encare la charla. A las tres, puntual, se instalan los que serán ejes de discusión toda la tarde: las próximas medidas a tomar, el tipo de coordinación necesario para definir y llevar a cabo esas medidas. Pero el dato más extraordinario sigue siendo la concurrencia: es la primera vez que emisarios de tantos colegios se presentan para definir un plan en conjunto a favor de la educación pública.

Al lado de la puerta está Juan Galeano, militante de última hora. A este alumno de tercero del Fader se le notan la impericia y la falta de tradición: le cuesta un huevo soltar las palabras en el grabador. Todavía tímido, dice que este año empezó a meterse en la política del colegio, aunque minutos después sea él el que se acerque: “Antes te dije que empecé a meterme este año. Eso sería mentir. La verdad es que empecé hace un mes y medio, a causa de este tema de las becas. Me metí para luchar”, susurra.

Milit-antes y ahora
Ahora, menos sectario que antes, el movimiento estudiantil secundario está conformado por tres grupos básicos. El primero lo ocupan los que militan en partidos políticos, que no sólo se dedican a debatir sobre educación pública sino también a resolver roces interpartidarios. Después están los independientes con experiencia, pero sin adhesión. Por último, la camada que se sumó a esta lucha en particular.

Durante un largo receso, Rodolfo repite que hay compañeros vendiendo café y alfajorcitos de maicena para pagar dos vidrios que se rompieron durante la toma. A la vuelta, tres pibes de Villa Soldati ocupan el centro en el discreto hall del Rawson. El de pelo largo y vincha toma la voz para anunciar la primera toma en el sur de la ciudad. “Fui a la marcha del miércoles, vi todo lo que estaba pasando y me gustó mucho. Al día siguiente arreglamos una asamblea y votamos a favor de tomar la escuela desde el jueves hasta el viernes a la noche.”

Por la sala anda dando vueltas Pablo Izcovich, un ex trabajador del programa de becas que fue despedido en febrero. En un momento pide la palabra. “Macri no se esperaba este quilombo, por eso está tratando de flexibilizar las medidas”, perjura. ¿Nueva militancia? ¿Movimientos fortalecidos? El tiempo lo dirá. Por ahora son La cómo se olvidó la política después de diciembre de 2001asdfsfd.

martes, 9 de septiembre de 2008

Minería y pueblos originarios

Martes, 09 de Septiembre de 2008
SOCIEDAD › UN MILLONARIO EMPRENDIMIENTO METALIFERO PONE EN RIESGO A PUEBLOS ORIGINARIOS EN LA PATAGONIA

Negocios mineros, pesares indígenas
La compañía canadiense Aquiline y el gobierno provincial impulsan en el desierto de Chubut un yacimiento de plata y plomo, uno de los metales más nocivos. Las reservas llegan a unos diez mil millones de dólares. Reclamos de las comunidades aborígenes.

Por Darío Aranda

Desde Gan Gan y Gastre, Chubut

Caminos rectos que finalizan en el horizonte, interminables. Clima seco, viento permanente y remolinos que cruzan la ruta de tierra. Ni ranchos ni árboles ni personas a la vista, sólo arbustos y guanacos huidizos. Es el paisaje monótono, durante cinco horas, en la soledad de la meseta de Chubut, el extenso y árido espacio que separa el mar de la cordillera, pleno corazón de la Patagonia. Victorino Cual, abuelo tehuelche, está enfermo, un dolor estomacal lo tiene a maltraer y una ceguera le arruinó un ojo y avanza por el otro. “Siempre dijimos que no. Siempre diremos que no. ¿Por qué es difícil que nos entiendan?”, increpa Victorino, de 75 años, nacido y criado en el lugar, que rechaza el proyecto minero Navidad, de la empresa canadiense Aquiline Resources, iniciativa que avanza sobre territorio originario violando leyes nacionales y tratados internacionales que obligan, a cualquier iniciativa que afecte su forma de vida, a contar con la aprobación indígena. El yacimiento, con reservas por diez mil millones de dólares, es rechazado por las consecuencias negativas del plomo –tanto en el medio ambiente como en la salud– y el gigantesco uso de agua: 460 litros por segundo, 40 millones de litros por día, durante los quince años de vida del yacimiento, y en una zona donde el agua es el bien más escaso. El gobierno provincial tomó partido: calificó el proyecto como “una experiencia fantástica”.

“No somos mineros. Somos indígenas que criamos animales y respetamos la tierra desde hace cientos de años. ¿Eso tampoco se entiende? ¿Quieren cambiar nuestra forma de vida?”, arremete el abuelo tehuelche, mueve la cabeza en desaprobación y deja sin palabra.


De Toronto a Gan Gan

El Yacimiento Navidad es uno de los depósitos de plomo y plata más grande del mundo aún sin explotar, llamado “Navidad” porque los primeros resultados de laboratorio estuvieron un 25 de diciembre. El yacimiento estuvo en manos de la compañía IMA Exploration hasta julio de 2006, pero –juicio mediante en Canadá– fue traspasado a Aquiline Resources (el caso fue un hecho sin precedentes en la historia jurídica argentina, el conflicto sobre recursos naturales de Argentina no se resolvió en la Justicia local sino en tribunales extranjeros). La última estimación de reservas asegura la existencia de minerales por diez mil millones de dólares.

El 15 de noviembre de 2007, en la tarde de Toronto, la compañía canadiense Aquiline organizó una conferencia telefónica entre el directorio y sus accionistas. La evaluación del proyecto Navidad fue el tema principal. La conclusión fue que no había “ningún aspecto del proyecto que pudiera generar un rechazo por parte del gobierno” (tanto nacional como provincial).

Gan Gan es un pueblo de quince manzanas cruzadas por la ruta provincial 4, a 370 kilómetros de Rawson, que une la cordillera con la costa de Chubut, pleno desierto, de 600 habitantes y zona de pequeña ganadería. Sólo 50 kilómetros lo separan del yacimiento, será de las zonas más afectadas. La familia tehuelche Cual habita en la zona desde 1902, con quince leguas. El propio pueblo de Gan Gan se construyó sobre parcelas donadas por la comunidad indígena. A cien años de esa donación, los Cual perdieron trece leguas a manos de empresarios y comerciantes. Hasta el cementerio comunitario quedó en parcelas apropiadas por un terrateniente local. En la actualidad, los Cual sobreviven en dos leguas, insuficientes para la cría de animales.

Don Victorino Cual nació en la estepa de Chubut. El rancho de adobe y chapa, construido por sus manos, tiene tres habitaciones. Una ventana pequeña deja en penumbras la cocina comedor, que recibe con una ronda de sillas y bancos desvencijados. Victorino viste pañuelo rojo al cuello, camisa azul, bombachas de campo deshilachadas y alpargatas. Está enfermo, pero no quiere dejar pasar la oportunidad de contar los pesares. “Nos robaron la tierra, no nos dejan criar a nuestros animales, y encima nos quieren sacar el agua y envenenar con su mina. Y los políticos trabajan para ellos.”

Empleados de la minera recorrieron la zona media decena de veces. Visitaron las comunidades indígenas, se mostraron amables, serviciales. Realizaron una encuesta, preguntaron si aceptarían otro campo y quisieron hacer firmar un papel confuso. “No agarré nada, pero sé de hermanos que sí lo han hecho, los han apretado, estuvo fulero ese asunto”, explica Cual, de rostro adusto, nueve hijos y tres nietos. Y la situación empeoró cuando el gobierno provincial, a través de sus punteros locales, comenzó a presionar para que dieran la bienvenida a la minera.

El gobernador Mario Das Neves, que ya se postula a presidente para el 2011, no aceptó el llamado de este diario, pero sí se refirió a la actividad minera el 25 de junio en la Embajada de Canadá (país de origen de gran parte de las empresas que desembarcan a lo largo de la cordillera). “Creo que el proyecto Navidad es una experiencia fantástica. Ustedes tienen que tener la tranquilidad de que en mi provincia no somos nada prejuiciosos con la actividad minera, que somos cuidadosos y que queremos, cuando alguien invierte, que tenga la tranquilidad de que no se le van a cambiar las reglas de juego”, afirmó. Los 120 empresarios canadienses aplaudieron y sonrieron con satisfacción, según da cuenta el mismo sitio de Aquiline, que publicó una crónica del cóctel.

Victorino Cual se calza la boina, mira por la venta de su casa hacia el mallín y sentencia: “Nos ha quedado poco de nuestro campo. Aunque los políticos insistan, no podemos permitir dar permiso de que nos arruinen la tierra y el agua. No queremos plata, la plata se funde, se gasta, el campo queda y nos da vida”.


Agua escasa

Gan Gan significa en idioma ancestral gran comida. Cuenta la historia que la zona era paso de viajantes y carros, donde se recuperaba fuerza para llegar a la cordillera o el mar. Muy famoso es su mallín (reservorio de agua superficial con pastos tiernos), punto de recreación y refresco durante los veranos. En enero pasado nadie pudo zambullirse, una sequía castigó la zona. Falta de tierras y escasez de agua complican cualquier cría de animales: pocas pasturas, chivas flacas, reproducción exigua y caída de los ingresos familiares conforman una cadena. “Se nos mueren muchos animales por falta de tierras. Y con la minera será peor porque habrá menos agua”, lamenta Patricio Huichulef, de la comunidad Chacay Oeste-Laguna Fría.

Tiene 64 años, diez hijos, siempre habitó el mismo rancho, desde que nació, al igual que su padre. Habita y trabaja la misma tierra desde hace décadas, pero no posee título de propiedad. Vive de lo que produce con sus manos, padece el acoso de empresarios que quieren quedarse con sus campos. Y enfrenta una industria extractiva.

“Esta gente (los empleados de la minera) recorren los campos, no piden permiso, entran nomás y van marcando con banderas donde les interesa hacer pruebas. Eso ya está mal y nosotros no lo aprobamos. Tampoco dimos permiso para correr el chenque (cementerio), eso no se toca, y estos señores que hablan lindo entraron y corrieron todo”, se indigna Huichulef y cuenta que le hicieron encuestas, que preguntaban si vendería el campo, que prometían trabajo, mejora de casas, comida y hasta autos. “No firmé nada y no quiero nada de ellos. Les dejé claro que no voy a dejar el lugar donde crecí.”

Las comunidades indígenas de la meseta tienen presente el accionar minero. Cerca de allí, en Gastre, funcionó Mina Angela, la mayor experiencia de minería metalífera en la provincia. Sólo quedó de ella un enorme depósito de residuos tóxicos acusado de envenenar suelo y agua con cadmio, metal pesado productor de cáncer.

En el mismo desierto patagónico, pero cruzando el límite provincial, trabajan desde hace cinco años en la puesta en funcionamiento de una mina de oro y plata a cielo abierto, con cianuro, en la localidad rionegrina de Ingeniero Jacobacci. El gobierno de Río Negro rechazó el informe de impacto ambiental de la empresa y sancionó, motivado por la movilización de las organizaciones sociales, una ley que paralizó momentáneamente la explotación del proyecto. Pero la compañía se mantiene en el lugar, asegura que obtendrá el permiso. Se trata de la canadiense Aquiline Resources, la misma que impulsa el proyecto Navidad y que ya mostró su poder de persuasión con los gobiernos de Chubut y Río Negro: en menos de diez años logró tomar control de 500 mil hectáreas para exploración minera.

¨ra ver las subnotas, que son interesantes, ir a Página 12 del dia y buscar.

SUBNOTAS
Borrando la historia
Por Darío Aranda
La batalla por el agua
Mis Recortes: 1 [4%]

Tomas de colegios

Martes, 09 de Septiembre de 2008
SOCIEDAD › OPINION

Educando a Mariano
Por Enrique C. Vázquez *

Durante la virtual interpelación que debió afrontar Mariano Narodowski el viernes 29 de agosto en la Legislatura porteña, a partir del conflicto provocado por las tomas de colegios, el ministro no pudo responder consistentemente a casi ninguna de las preguntas formuladas por los diputados.

En su intento por defenderse, Mariano –como gusta firmar sus cartas dirigidas a los docentes– sostuvo que el problema no son sólo las becas sino el conjunto de las políticas de inclusión en el área educativa. No le fue mejor con esta estrategia, ya que le llovieron críticas sobre los recortes en temas tan sensibles como el Programa de retención de alumnas-madres, alumnos padres y embarazadas, los subsidios a cooperadoras, las escuelas de reinserción y el programa Zonas de Acción Prioritaria.

Pero lo que aquí está en discusión es una cuestión aún más global. Se trata de lo que, de manera grandilocuente, Mauricio y su ministro llaman Proyecto Escuela. El conflicto por las becas puso al desnudo las carencias de un gobierno que se llenó la boca durante la campaña electoral hablando de sus equipos técnicos y del largo tiempo de elaboración de las políticas que aplicarían una vez en funciones. Sin embargo, en los colegios secundarios, además de los mencionados recortes, no se vio mucho más que la absurda imposición de cantar “gloria y loor al gran Sarmiento” en todos los actos escolares. Y cuando se generalizaron las tomas de colegios, asomaron los perfiles ideológicos de la política educativa del GCBA.

El ministro hizo todo cuanto pudo para que los docentes se divorciaran del reclamo estudiantil. Primero envió un fax a las escuelas en el que decía que “la toma/ocupación de un edificio escolar supone el cese inmediato de toda actividad educativa”. Luego se hicieron llamadas telefónicas a los colegios para que los profesores no dieran clases y se pidieron listas de los alumnos involucrados en las tomas. Finalmente, y por si quedaba alguna duda, el ministro recorrió las radios, anunciando que en los colegios tomados las clases estaban suspendidas.

En parte, la maniobra fue exitosa: en casi todos los colegios los estudiantes que participaron activamente de las tomas fueron minoría y los profesores que priorizaron el diálogo con los alumnos permaneciendo en las aulas fueron pocos. Como se ve, el discurso del ministro operó sobre los jóvenes y los adultos cuya conciencia y compromiso son más débiles.

Sin embargo, el maratón de 24 horas de clases continuadas que se hizo en uno de los colegios tomados –el Nicolás Avellaneda–, en el que nunca se suspendieron las clases, mostró otra realidad. Una realidad que el ministro admitió no conocer en la reunión de la Legislatura, cuando esgrimió que no le era posible saber qué ocurría dentro de los colegios tomados y que su fuente para tener un panorama de la situación eran las fotos que había publicado un matutino porteño.

En la misma reunión con los legisladores chicaneó a un diputado, acusándolo de que avalaba con sus dichos una “pedagogía de la toma”, pues el legislador había sostenido que, de no haber habido en la Argentina medidas de lucha desprolijas o contrarias a las normas vigentes, hoy no tendríamos sufragio universal, ni derechos sociales.

Cabe preguntarse, entonces, ¿cuál es la pedagogía del ministro? ¿La de las aulas vacías? ¿La de profesores que no dialogan con sus alumnos? ¿La que pone límites con amenazas veladas o explícitas? ¿La de las listas negras? ¿La del orden sin debate?

En estos días, muchos jóvenes demostraron que quieren aprender junto con sus profesores a ser sujetos activos de un cambio social. Que no quieren que su formación como ciudadanos los convierta, de aquí a poco, sólo en votantes cada dos años y en prolijos pagadores de ABL. Y no se trata de endiosar a los adolescentes sino, simplemente, de estar con ellos y de no tenerles miedo. Este conflicto puede ser una oportunidad para que todos aprendamos y, de paso, colaboremos con la educación de Mariano.

* Historiador. Profesor del Colegio Nicolás Avellaneda.

Tribus urbanas

SOCIEDAD › PELEA DE TRIBUS ADOLESCENTES FRENTE AL ABASTO

Otra de floggers, emos y cumbios






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Otra batalla de tribus urbanas en el Abasto Shopping. Ocurrió en la tarde del domingo y se enfrentaron dos bandos. Floggers y emos unieron fuerzas contra hiphopperos y cumbios. Fueron separados por la policía y los guardias del centro comercial. Hubo unos veinte adolescentes demorados, que ayer recuperaron la libertad. En lo que va del año, ya se habían enfrentando en varias oportunidades en el shopping.

La pelea comenzó el domingo alrededor de las 16, en las escalinatas del Abasto. Allí se enfrentaron a puñetazos y puntapiés unos diez minutos. Roberto M., empleado del shopping, dijo ante la prensa que “lo grave del hecho es que se repite cada vez con mayor frecuencia”. Los adolescentes, de entre 13 y 17 años, estaban demorados en la comisaría 9ª y fueron liberados por disposición del Juzgado de Menores Nº 1. Estaban detenidos bajo los cargos de “riña callejera y gresca”.

“Fue una pelea entre los cumbios de Almagro y Caballito. Nosotros y los emos quedamos en el medio”, dice Braian, administrador del fotolog.com/sho_rubio. Sin embargo, su flog deja entrever otra versión. “El término flogger como insulto me cansó. Tolerancia cero, me cansé de hacerme el boludo. Me cansaron todos, ahora voy a responder el insulto. Esto va a traerme consecuencias, pero bueno, se vienen vientos de guerra, ya lo saben”, posteó ayer.

En la comunidad fotolog, el problema son los cumbieros. Del lado de los cumbios también apuntan contra los otros, floggers y emos. “No soy glam ni flogger ni cumbiera, sino cheta. Con los cumbios no tengo problemas, pero el problema es que ellos nos discriminan, porque nos vestimos en tal o cual lado, no tenemos sentimientos según ellos”, dice Maru, fotologuera de 13 años. Aclara que ya “superó” la etapa de flogger. “En el Abasto los floggers se juntan a caminar, se llaman por el nombre del flog, o sea ves a alguien que vos sabés que es cumbio y la llamás y te sacás fotos con ella”, explica Maru.

A los floggers se los ve en el Abasto, en la flor mecánica de la avenida Del Libertador y en la matinée de Ku. Son andróginos, visten pantalones chupines, remeras de escotes v, All Stars o zapatillas deportivas (Nike, sobre todo) y flequillo peinado hacia el costado, tapando la cara. Y siempre se fotografían para subir sus imágenes al flog para que sean posteadas. Cumbio, una adolescente de 17, es su referente y reina en el Abasto. Detrás del nick Cumbio está Agustina Viveros, una de las caras de la campaña publicitaria de Nike.

Mientras, en la galería Bond Street, los shoppings Caballito y Abasto, el Palacio Pizzurno y en el Cementerio de la Recoleta pululan los emos. Tribu integrada por adolescentes de look asexuado, mezcla de neogóticos y hardcore melódico, alisados permanentes, piercings, delineador y caras de sufridos. Son chicos tristes: Emo Morales, el personaje de parodia de Peter Capusotto, es el emo más celebre.

En el otro bando están los blakies (hip-hopperos y cumbios). En la zona oeste (Ramos Mejía y San Justo) riman morochos hip-hopperos. Visten ropa deportiva holgada, zapatillas (llantas, les dicen) Nike y viseras, como un “gangsta” neoyorquino. Además de rimar sin repetir frases, pintan graffitis, bailan break-dance y disfrutan de las riñas de gallos. Los cumbios comparten las mismas cualidades esenciales del hip-hoppero, salvo que escucha cumbia y habita en todo el Gran Buenos Aires.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Xenofobia y capitalismo

Domingo, 07 de Septiembre de 2008

Ahora, otra vez la “seguridad”
Por José Pablo Feinmann

El capitalismo del siglo XXI es necesariamente xenófobo. Las sociedades opulentas, las que ocupan la centralidad del sistema y a las que, por eso, llamamos sociedades centrales, no sólo pueden generar riqueza en sus territorios. Hay una impúdica fracción de este planeta que no pertenece al mundo de la vida civilizada, aquella que, al menos, asegura trabajo, educación y comida a sus habitantes. O no lo asegura o lo asegura insuficientemente. No digo esto desde el proyecto de otra sociedad que sí lo haría, pues ese proyecto, para fortalecimiento del actual, ha fracasado en el siglo XX y llevará tiempo levantar otro, que sea lo necesariamente sólido como para enfrentar a éste. Pero sociedades como Estados Unidos, Francia, Italia o Inglaterra –en suma: las sociedades de Occidente– no pueden proyectar un capitalismo de integración. Dejan de lado, aisladas, a las sociedades del hambre, de la pobreza. Cuyos habitantes invaden la centralidad. Así, son capaces de morir en el intento (y, en efecto, mueren), pero no dejarán de asaltar la centralidad, los países donde podrían trabajar, comer, vivir. El problema de la inmigración indeseada –como la llama Huntington en El choque de las civilizaciones– es el problema de Occidente. El Islam –para peor– experimenta una explosión demográfica. Los musulmanes emigran a Occidente. Los africanos también. Los mexicanos buscan la tierra de Bush. Contra los musulmanes, Europa se prepara duramente. No en vano han surgido los gobiernos de derecha dispuestos a ejercer esa dureza. La banlieue de París es un espacio de temor, de constante peligro, un espacio del que sólo puede esperarse, en el mejor de los casos, una inmediata explosión social, poblacional e invasora de la centralidad. Eso que vendría a constituir un Mayo musulmán, sin consignas deslumbrantes, con malos modales, poca educación y brutalidad rencorosa y justificada. En Italia temen la invasión africana. Temen al “indocumentado”. Al ilegal. De aquí la existencia de gobiernos como los de Berlusconi y Sarkozy. Ellos sabrán qué hacer. Carla Bruni, entre tanto, seduce a la Europa comme il faut.

El problema argentino –y latinoamericano– tiene semejanzas. Buenos Aires es una ciudad opulenta que ofrece trabajo a ciertas franjas de habitantes del conurbano. Pero a pocos. También teme ser invadida por ellos y abomina de la invasión de sus “hermanos latinoamericanos”, a los que detesta. Si bien la última rebelión social, el último movimiento invasor fue protagonizado por los ricos, superado ese problema, el del “campo”, vuelve el otro: el de la seguridad. Lo han instalado los medios porque para eso están, no sólo aquí sino en el mundo entero, para manejar la agenda. Y se ha podido instalar porque es un tema siempre sensible al porteño, personaje que sabe que habita un espacio de privilegio y exige que se lo cuiden. Macri no ha cumplido hasta ahora esas expectativas. Se ven demasiados “negros” por Buenos Aires. Demasiados “perucas”, “bolitas”, “brasucas”, “yoruguas” o “paraguas”. Aunque, es notorio, los “brasucas” vienen con buen dinero y se compran todo, conque se los tratará bien. Pero los otros (que llevan en la cara, además, ese color oscuro que da tan feo, como tierra, o como sucio) vienen a quitarnos lo nuestro. Aquí aparece la figura del xenófobo.

Hoy, como siempre, en la Argentina es muy fácil sentirse alguien, sentir que uno es algo más que un pelafustán asustado que vive en un país que es de otros. Basta con hablar pestes de los “bolitas” o de los “paraguas” para sentir que uno es dueño de la patria, ya que nos la vienen a robar. Sartre, en Reflexiones sobre la cuestión judía, afirmaba que cuando el antisemita dice que el judío “le roba Francia” siente que Francia es suya, que le pertenece. No hay modo más directo y simple para el antisemita francés que decir que el judío le está robando el país para, de inmediato, sentirse dueño de ese país, dueño de Francia, para sentirse encarnación de la patria, casi un símbolo de pureza y de poder. Pobre tipo. Pobres, también, todos los tipos que hoy, aquí, en la Argentina, andan cacareando contra los extranjeros. Sienten, de pronto, algo que hace mucho no sentían: que tienen una patria, un país que les pertenece. Que tienen un ser. Que valen algo. Que valen, al menos, más que los inmigrantes. Que son argentinos y que la Argentina es de ellos, ya que son los otros quienes se la vienen a robar.

Qué fácil les resulta reinventar la patria, reencontrarse con el orgullo, con cierto linaje. Qué fácil les resulta no sentir que son poco, infinitamente poco, sólo un número de una estadística que no conocen, que manejan otros. De pronto, son, otra vez, como en el Mundial, como en Malvinas, ¡argentinos! La patria los convoca. Nos están invadiendo. De todos los rincones de la América oscura y pobre vienen a quitarnos lo nuestro. Son ellos: son esos mestizos zarrapastrosos, ajados, descosidos, que se acumulan en nuestras oficinas de migración, o que abultan las villas miseria. Están llenos de codicia y de furia delictiva. Porque a alguna de esas dos cosas es que vienen: o a robarnos nuestros trabajos o a robarnos nuestro dinero. Si trabajan, le están quitando ese lugar a un compatriota (a uno de los nuestros) que lo necesita. Si roban, si delinquen, nos están agrediendo. Que nos asalte un compatriota vaya y pase; es, al cabo, una contingencia nacional, una cuestión de la patria que ya solucionaremos entre todos. Pero que nos asalte un extranjero es intolerable. ¿Cómo se atreve? ¿Cómo se atreve a agredir a uno de los nuestros, a uno de los dueños de la patria, a un argentino? Duro con él.

La xenofobia surge de creer que la patria nos pertenece sólo a nosotros y que el otro (el extranjero que quiere integrarse a ella) será siempre un sospechoso. Simplemente porque no nació aquí. Lleva la condena eterna en la sangre y en el alma: jamás será un argentino, jamás podrá amar la patria como nosotros la amamos. De aquí, en consecuencia, que será el primero en agredirla. En agredirnos. La xenofobia es una actitud humana cruel y abyecta. Siempre habrá xenófobos, es una de las más bajas pasiones de la condición humana. En la abundancia dirán que vienen a “disfrutar de lo nuestro”. En la escasez dirán que vienen a robárnoslo.

Hoy, entonces, pasado, por el momento, el vendaval del campo (que huele distinto del de la villa y la delincuencia) ha retornado el tema de la seguridad. Se lo deposita en el Otro inmigratorio. Pero también en el Otro nacional villero, porque la villa es el espacio de la delincuencia, el lugar desde el que se sale para sorprender a los ciudadanos honestos. Es así: así en todas partes. La derecha reacciona como sabe, como siempre lo hace: no da trabajo, reprime. La única arma contra la inseguridad es el trabajo, el salario digno. Pero el neoliberalismo, por su propia dinámica, crea una sociedad de ricos muy ricos y de pobres muy pobres. Los primeros piden al Estado que los proteja de los segundos, reprimiéndolos. En sociedades donde no hay trabajo para todos nunca habrá seguridad. Esto se sabe, pero no se puede hacer. Salvo que cambien el sistema. Algo que aún menos se puede hacer porque nadie querrá hacerlo. Seguirá todo así, en la virtualidad de la explosión social, de la invasión de los nuevos bárbaros, de la ira y del fuego. ¿Cuántos autos quemará la próxima invasión musulmana a París? Hitler ordenó incendiar esa bella ciudad. Hay una película muy célebre con ese nombre, basado en una pregunta que el mismísimo Führer habría hecho: ¿Arde París?. No ardió. Un sensible general alemán desobedeció la orden. Pero, ¿arderá París?

Deuda externa y lesa humanidad

Plan económico y plan de exterminio
Por Carlos Slepoy

En nuestro país se están celebrando juicios y se han dictado sentencias de gran trascendencia en relación con los crímenes cometidos por la última dictadura militar. En casi todas las causas, los afectados son miembros de las Fuerzas Armadas y de seguridad. Existen unos pocos funcionarios o civiles imputados, pero en todos los casos por su implicación directa en delitos contra la vida y la integridad física. No me referiré a ellos en este artículo ni a otros responsables civiles que en distintas formas colaboraron con los golpistas ni al genocidio económico y social que, por una planificación consciente de la miseria y la exclusión, tiene su comienzo en la dictadura y su continuidad durante el gobierno de Carlos Menem. Voces más autorizadas que la mía, como la del eximio abogado argentino Alberto Pedroncini, han denunciado en foros judiciales y de otra naturaleza que las políticas que lo provocaran deben ser consideradas como violatorias de derechos humanos económicos, sociales y culturales fundamentales y sus responsables deben en consecuencia ser sometidos a la acción de la Justicia.

Me limitaré a fundamentar que igual responsabilidad criminal que a los ejecutores directos del exterminio les cabe a quienes concertaron con ellos el plan económico de la dictadura. Y que por ello deben ser juzgados.

El 13 de julio de 2000 fue dictada sentencia por el Juzgado Criminal y Correccional Nº 12 de la Capital Federal a cargo de Jorge Ballesteros en la célebre causa impulsada por Alejandro Olmos. Esta resolución señaló los múltiples delitos que cometieron los responsables del área económica. Entre otros, que con avales del Estado se contrajeron préstamos de empresas privadas que, a su vencimiento, fueron pagadas con fondos públicos sin que se intentara recuperar lo abonado; que el endeudamiento del sector privado se hizo público a través del régimen de seguro de cambios; que se contrajeron deudas a nombre de empresas estatales que nunca ingresaron a sus patrimonios; que no existen registros de las supuestas deudas. La deuda externa de la Nación –concluye– “... ha sido groseramente incrementada a partir del año 1976 mediante la instrumentación de una política económica vulgar y agraviante que puso de rodillas al país a través de los distintos métodos utilizados... que tendían, entre otras cosas, a beneficiar y sostener empresas y negocios privados –nacionales y extranjeros– en desmedro de sociedades y empresas del Estado que, a través de una política dirigida, se fueron empobreciendo día a día, todo lo cual, inclusive, se vio reflejado en los valores obtenidos al momento de iniciarse las privatizaciones de las mismas”.

Como es conocido, la fraudulenta deuda externa pasó de 7815 millones de dólares en marzo de 1976 a 45.087 millones de dólares en diciembre de 1983. El incremento de esta deuda durante los gobiernos constitucionales y el pago de intereses, sin que nada se haya hecho para deslindar la deuda legítima de la ilegítima, tiene hipotecado desde entonces al país y condiciona su soberanía.

En el primer “gabinete” de la dictadura todos los ministerios estaban a cargo de militares, con excepción de los relacionados con el área económica. Al frente de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz; de Programación y Coordinación Económica, Guillermo Walter Klein; de Hacienda, Juan Ernesto Alemann. Estos y los que les fueron sucediendo implementaron el plan económico en connivencia con la cúpula militar. Los delitos cometidos por unos y otros son jurídicamente inescindibles. La dictadura se implantó, entre otros motivos, para hacer posible el plan económico y éste no podría haberse implementado sin el plan de exterminio.

Surge de la resolución judicial la responsabilidad de los funcionarios del Ministerio de Economía, del Banco Central de la República Argentina, de la Secretaría de Programación y Coordinación Económica, de los directores de empresas públicas y de los funcionarios de jerarquía superior de los organismos de control y fiscalización que estuvieron dirigidos –además de los ya nombrados– por Lorenzo Sigaut, José María Dagnino Pastore, Roberto Alemann, Christian Zimmerman, Domingo Felipe Cavallo, Julio Gómez, Julio González del Solar, José Machinea, Adolfo Diz, Alejandro Reynal, Francisco Soldati, Enrique Forcioni y Manuel Solanet, entre otros.

Algunas de las numerosas empresas, grupos de empresas y entidades financieras beneficiarias del plan económico a que la sentencia se refiere fueron Celulosa Argentina, Macri, Techint, Bridas, Pérez Companc, Acindar, Ford, Ledesma, Astarsa, Mercedes-Benz, Alpargatas, Papel Prensa, Banco de Italia, City Bank, First National Bank, Chase Manhattan Bank y Bank of Boston. Muchos de los directivos de estas empresas prestaron además una eficiente y conocida colaboración para que miembros de cuerpos de delegados, comisiones internas y activistas sindicales fueran secuestrados y torturados. Muchos de ellos han sido asesinados o están desaparecidos.

La sentencia, clara y contundente en los hechos que consideró acreditados –producto de un enorme caudal probatorio– y en sus conclusiones, es desoladora en cambio en su pronunciamiento: entendió que estaba prescripta la acción penal y, en consecuencia, no había lugar a exigir responsabilidades criminales al único imputado –José Alfredo Martínez de Hoz– ni al resto de los responsables. Resolvió en consecuencia remitir las actuaciones judiciales al Congreso para que determinara si acaso pudieran caberles a los implicados responsabilidades políticas. De este modo –al igual que ocurría hasta entonces con los ejecutores directos del exterminio–, los responsables de la conducción económica quedaban en la impunidad. En síntesis, no es que no existieran hechos delictivos sino que no podían ser juzgados porque la acción penal estaba prescripta.

En el año 2000, cuando se dictó la sentencia, no existía ninguna resolución judicial que calificara a los crímenes cometidos por la dictadura como genocidio o crímenes de lesa humanidad. Hoy la situación es radicalmente distinta. Las leyes de Punto Final y Obediencia Debida han sido anuladas por contrariar normas fundamentales del Derecho Internacional y de la Constitución Argentina, y la Corte Suprema ha declarado que los delitos cometidos durante y por la dictadura son imprescriptibles.

La Convención Internacional para la Sanción y Prevención del Delito de Genocidio, del 9 de diciembre de 1948 –a la que la Argentina se adhirió mediante el Decreto-Ley 6286/1956 del 9 de abril de 1956– incluye como conductas sancionables el genocidio, la asociación para cometer genocidio y la complicidad en el genocidio, y dispone que serán castigados quienes lo cometan, se trate de gobernantes, funcionarios o particulares. En igual sentido, la Convención Internacional sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Lesa Humanidad, incluido el genocidio, del 26 de noviembre de 1968 –aprobada por la Argentina el 23 de noviembre de 1995– dispone que se entenderán como responsables los representantes de la autoridad del Estado y los particulares que participen como autores o cómplices en su comisión. No existe por lo tanto obstáculo legal alguno para procesarlos y juzgarlos por su responsabilidad criminal en los distintos delitos económicos que se han reseñado. Pero además, y fundamentalmente, porque se asociaron para cometerlos con quienes por la fuerza tomaron el poder, implantaron el terror generalizado y destruyeron múltiples grupos sociales, sindicales, políticos, religiosos, culturales para cometer el genocidio. Son coautores del mismo.

¿Nos hemos de resignar a que queden impunes? Hasta ahora ni uno solo de estos responsables ha sido sometido a la Justicia. Les cabe una especial responsabilidad en este cometido al Gobierno nacional y al Ministerio Público, que deben impulsar la acción judicial. La mayor parte de los males que hoy padecemos tiene su origen en aquella época siniestra. No hay candidez en este planteo ni ignorancia de las fuerzas en pugna, sino la convicción de que una iniciativa de esta naturaleza –como la que tuvo el gobierno del ex presidente Néstor Kirchner cuando impulsó en el Parlamento la nulidad de las leyes de impunidad–, además de profundizar en la lucha por la Justicia, contará con el caluroso apoyo de vastos y mayoritarios sectores del pueblo argentino, aunque soliviante a los implicados y a distintos y poderosos grupos de presión. Como ha de ocurrir con toda medida que recupere para el patrimonio nacional las empresas y riquezas naturales que le fueron ilegalmente sustraídas.

martes, 2 de septiembre de 2008

soja y población

Martes, 02 de Septiembre de 2008
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EL PAIS › CAMPOS ARRENDADOS PARA CULTIVOS MAS PRODUCTIVOS CAMBIARON EL INTERIOR DEL CHACO

Donde hubo escuelas, ahora hay sólo soja
Al sur del Chaco, los campesinos desplazados por el avance del cultivo de soja abandonan los poblados. En la retirada las escuelas se van quedando sin alumnos y se transforman también en fantasmas.






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Por Alejandra Dandan

La escuela rural número 488 del Chaco era una escuela modelo. En 1998, tenía una matrícula de 80 alumnos, hoy son 25. Mabel Núñez dejó la escuela el mes pasado. Estaba en quinto grado, pero su familia viajó para instalarse en Buenos Aires. En el Chaco eran peones rurales, vivían justo enfrente de la escuela y sus hermanos hacían changas en las cosechas del algodón, pero el boom de la soja cambió las cosas. El valor de la tierra pasó de 50 pesos la hectárea en 2001 a 8 mil pesos en 2008. En ese lapso, el pueblo dejó el algodón, vendió los campos o los alquila a precios exorbitantes. Una parte de la gente empezó a irse; hay casas abandonadas como edificios fantasmas y también escuelas cerradas.

La escuela 488 Alberto Schweitzer está ubicada al borde de la ruta provincial 5, en el paraje de Campos Las Puertas del sur del Chaco. Hasta aquí era una escuela modelo con un edificio de una planta, tres salones, dirección, una casa, cocina y una sala comedor. Hasta hace unos años, tenía a los alumnos divididos en dos turnos, tres docentes de primaria y una maestra de jardín. Con el correr de la soja, perdió matrícula y el plantel docente pasó de tres a dos. Sus autoridades están convencidas de que el año que viene pueden perder el resto.

“Y Dios quiera que no”, dice el maestro Abel Trejo a PáginaI12. “Y ojalá me equivoque, pero la escuela que no cierre va a perder la gente y va a quedar como sede de personal único”.

Trejo es maestro, también director y concejal de su pueblo. Y sabe lo que sucede alrededor. En un radio de 10 kilómetros, hay otras dos escuelas en problemas. La escuela 716 está ubicada en el paraje Campos Las Puertas, entre Santa Silvina y Venados Grandes. Solía tener una matrícula histórica de 70 alumnos por año, pero hoy apenas tiene siete y sus autoridades no saben si el próximo año la abren. Con la escuela 769 “República del Uruguay” sucedió algo peor. Era una escuela de 80 a 100 alumnos por año que hace dos años se cerró. En el establecimiento sólo queda un casero, a cargo de la custodia de la nada. Alrededor, las cosas no están mejor: a 14 kilómetros, la escuela 215 de la Colonia Curapí cerró hace tres años.

En todos los casos, el diagnóstico es parecido: el avance de la soja empieza a convertir a algunos de esos poblados en fantasmas. Como ya publicó PáginaI12, el desplazamiento de población por razones económicas es uno de los efectos de la soja, sobre todo en el norte del país. En Resistencia hay un cordón de asentamientos de 25 kilómetros de largo a donde viven según datos oficiales, 100 mil de los 360 mil habitantes del Gran Chaco. La Asamblea de Campesinos del Norte argentino denunció en ese marco el crecimiento de parajes fantasmas, y en esa avanzada van vaciándose también las escuelas. Así lo sugiere una denuncia del Centro de Estudios Nelson Mandela “Campos Despoblados”, una Organización No Gubernamental chaqueña que denuncia los flagelos de la región.

“Acá tenemos el éxodo de la gente del campo que se va”, dice el maestro Trejo ante la consulta de este diario. “Los nuevos inversores compraron los lotes individuales y fueron acoplando unos con otros, sumando así grandes extensiones de hectáreas, desplazaron a las chacras pequeñas y la ganadería. Luego afectaron los campos generalmente a cultivos como la soja que, hoy por hoy, es lo que está avanzando”.

Años atrás, Campos Las Puertas no imaginaba ese destino. El lugar se desarrolló económicamente en manos de minifundistas y sobre la base del cultivo del algodón con parcelas de 40 a 100 hectáreas de extensión. En promedio, en cada minifundio vivía una familia de hasta diez integrantes. Y para las épocas de las cosechas, adentro de cada lote había ocho o nueve familias: eran cosecheros o peones rurales que se trasladaban para trabajar en los campos.

En los últimos años, los suelos de Las Puertas sufrieron una baja importante. Durante mucho tiempo estuvieron sumergidos en agua, tapados por las inundaciones constantes de la zona. Empezaron a secarse en los últimos años cuando las tierras empezaron a revalorizarse al calor del boom de la agricultura de exportación. En 2001, la hectárea salía 50 pesos; ahora el valor ronda entre 7 y 11 mil, de acuerdo con la zona. El arrendamiento está en unos 800 pesos de difícil acceso para los lugareños. En esas condiciones, los propietarios de la tierra vendieron o arrendaron y vendieron después. La mayoría de los nuevos dueños son inversores cordobeses que compran la tierra y a su vez se la alquilan a los pools de soja.

En las memorias, la escuela conserva algunas historias del lugar. Entre ellas, el campo de más de 300 hectáreas que está enfrente. Hasta ahora, había pasado de heredero en heredero. Servía para la cría de animales, para descontadoras y para el algodón; en las mejores temporadas le daban trabajo a nueve familias. Con el tiempo, los herederos crecieron, formaron más familias y ahora se encontraron con la nueva presión: los cordobeses también le compraron el campo a ellos. Dejaron el pueblo y detrás suyo, lo hicieron las familias de peones. Mabel Muñoz salió de ese grupo.

“En las escuelas que están cerradas prácticamente no quedan pools de arrendamiento porque ya prácticamente son dueños”, dice el intendente Gustavo Steven de Santa Silvina, la localidad cabecera, victima de una de las sequías mas importantes. “Los cordobeses han comprado las parcelas y no quedan nadie”.

–¿Qué pasó con la gente?

–Una parte está en el pueblo de Santa Silvina, pero otra fue a engrosar los cordones de Resistencia, de Rosario e inclusive mucha se fue a Buenos Aires.

–¿Y qué pueden hacer en el pueblo?

–El pueblo siempre fue uno de los mejores lugares de producción de algodón por fibra y calidad. Siempre. Pero usted ahora puede venir y filmar acá, la gran cantidad de casas abandonadas, ¡gran cantidad! Que eran las casas donde vivían los cosecheros, le hablo de mil, que se instalaban y prácticamente vivían para cosechar algodón. Eran de 100 a 130 mil habitantes, y hoy podemos hablar de 15 mil.



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