jueves, 6 de noviembre de 2008

clase viernes 7/11

El viernes no voy a concurrir, por lo que volvemos a vernos el viernes 14. Benito.

martes, 23 de septiembre de 2008

Relación con la tierra

Martes, 23 de Septiembre de 2008

Paciencia estratégica

Por León Rozitchner *

Un nuevo concepto acuñado por las fuerzas armadas de los EE.UU. y utilizado por su enviado político-militar a la Argentina, Tom Shannon, se denomina: “paciencia estratégica”. ¿Qué significa esto? ¿Que a la paciencia se la llama ahora “política” y cuando se les acaba la paciencia se la llama “intervencionismo armado” y guerra? O tiempo o sangre: a eso volvemos. La paciencia es entonces un lapso intermedio en el que sólo se tolera –y eso sería la política– que la ciudadanía inocente crea que la democracia funciona con su legalidad jurídica, y como si en ella se tuviera derecho a modificar la realidad social por medios pacíficos. Quieren que nos demos cuenta: si se sobrepasan las cosas se agravan. El árbitro armado saca la tarjeta roja y manda a parar el juego por medio de las armas de fuego. ¿La paciencia está por acabarse y por eso nos mandan la IV Flota?

También han tenido una larga paciencia los pueblos aborígenes en Latinoamérica, que son al parecer aquellos donde la resistencia mantenida durante casi cinco siglos también se ha acabado. Era a su manera una paciencia estratégica, que nunca se había perdido. Esto no coincide con lo que, utilizando las categorías de la izquierda tradicional, se ha llamado la lucha de clases del “proletariado”. Son rebeliones y luchas políticas campesinas de las cuales el nuevo Estado se nutre, que se apoyan en una cultura colectiva diferente a la atomización social que produce la industria racionalizada sobre fondo de un cuerpo maquinal humano como el que describe Descartes. Nuestros obreros, en su mayoría, cuyos ascendientes llegaron de Europa –italianos, españoles– vinieron en cambio ya cristianizados, convertidos en sujetos “abstractos”, como Marx decía de los ciudadanos burgueses separados y aislados, descomunitarizados por imperio de la figura de Cristo con la cual cada uno se identificaba. El peronismo les prestó a sus descamisados una pseudo “comunidad organizada”, política y también religiosa. No hubo reforma agraria aunque se nos industrializara: a la oligarquía se le hizo el campo orégano sin perder ni una hectárea. La comunidad indígena aborigen, en cambio, mantiene otro modelo: conservan a la Madretierra, a la Pachamama, como fundamento de los lazos sociales, ligados desde la sangre y el cuerpo al cuerpo materno de la Naturaleza, sobre cuyo regazo húmedo siempre vivo todos se acogen. Muy diferente al modelo del cuerpo de la Virgen María sin pasiones sensuales: llena de pasiones tristes, sólo espirituales y celestiales, nunca terrenales.

Si algo tiene de notable lo que está sucediendo en Latinoamérica es que los cambios y las transformaciones políticas que se están produciendo provienen de los pueblos aborígenes que fueron esclavizados por los europeos con la cruz y la espada. La izquierda, dispersa, mientras aspira a que los nuestros también se unifiquen, los mira, envidiosa. No son allí tampoco los partidos políticos populistas de izquierda –como el PT brasileño o el PJ peronista– los que han hecho punta y sostienen esta verdadera resistencia colectiva allí donde las otras se han apagado. En ellos, paganos, el reclamo surge desde la tierra común que reclaman y no desde el maquinismo abstracto, donde se ha perdido la cercanía con la tierra de la que sin embargo la industria se crea, y con ello se olvida el sentido material de la creatividad humana. Bienvenido el pedido de la industrialización para desarrollarnos. Pero si viene acompañado de una recuperación de la tierra de la que los argentinos fuimos despojados, como se hizo visible que nos es ajena en el reclamo de nuestros “dueños de la tierra” patria como propiedad privada. La tierra entre nosotros también fue cuantificada, cristianizada, y por eso aparecía la imagen religiosa entronizada en el relicario de la Mesa de Enlace, como amonedada fue la Madretierra al cuantificarla y entrar en el circuito de la tierra convertida en fondos financieros. Cada uno de los argentinos pobres, la mayoría digo, vivimos en el aire: hemos perdido la relación con la tierra como cuerpo común que nos sostenga unidos. Cuando fueron convocados a morir por un pedazo de la tierra patria en las Malvinas, jóvenes patriotas argentinos que sobrevivieron volvieron a una tierra patria privada que los condenó al suicidio o a la mendicidad: no tenían ni un cacho de tierra humana que los acogiera, las cuentas no daban. Aprendamos de los aborígenes: ellos nunca vendieron a su madre. Por eso, cuando la paciencia se les acaba no es igual a la paciencia que pierden las fuerzas armadas norteamericanas. Tienen el tiempo terrenal de la Naturaleza, no el tiempo inhumano que les marca la Bolsa. El infinito cualitativo de la Tierramadre donde viven sus sueños los hombres tiene un tiempo distinto del Paraíso cuantitativo y amonedado, online, instantáneo, que es el tiempo “real” pero vaciado de vida del capital financiero.

Por eso, nuestros “noticieros” se despiertan de día con la Bolsa, no la vida, y cierran de noche su ojo viscoso con el Credo.

* Filósofo.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Sobre la educación secundaria

Viernes, 19 de Septiembre de 2008
CONTRATAPA › LO PEOR QUE LE PUEDE PASAR A LA EDUCACION MEDIA

Adultos versus adolescentes

Por Abraham Gak *

La controversia generada entre las autoridades del Ministerio de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los estudiantes secundarios, padres y muchos docentes, con motivo del otorgamiento de un número de becas juzgado como insuficiente, ha generado un conflicto que lejos de solucionarse se mantiene en estado de ebullición.

Son muchos los expertos que han señalado que la raíz de nuestros males en estos temas radica en que el sistema de educación media aún está asentado sobre paradigmas que fueron los que guiaron su nacimiento allá lejos en el siglo XIX. Y que consideran a la adolescencia como una moratoria social, un tiempo de espera, de preparación para el futuro. Así nació nuestra escuela secundaria, en principio, para formar la futura clase dirigente. Características elitistas, homogeneizantes, disciplinarias, con fuertes componentes autoritarios fueron su expresión. Sostenida en conceptos que estuvieron fuertemente apoyados sobre nociones pedagógicas vigentes en la época, fue propicia para circunstancias en las que convergían los intereses de grupos de inmigrantes, ansiosos de que sus hijos tuvieran un ascenso en el reconocimiento social, y el Estado, necesitado de generar una nueva identidad propia para el país.

Hoy, la actual confrontación entre adultos y adolescentes nos remite al pasado, ya que no nos queda otro camino que el asombro ante la torpeza con que las autoridades encararon y encaran el problema. Es un ejemplo obvio de cómo un conflicto que debió ser resuelto con un esquema de diálogo y aprendizaje de ciudadanía se transformó en una compleja maraña de intereses, cuya solución dejará vencedores y vencidos. Lo peor que puede suceder en educación.

La educación es poderosa por su capacidad de producir alguna diferencia en el sujeto y poder así generar que algo suceda. La visión retrógrada de un Ministerio de Educación que cree que es saludable doblegar la natural rebeldía de los jóvenes con el absurdo concepto de que así va a poder enseñar mejor, instaurando la existencia de un orden pretoriano, con listas negras, suspensión de clases y ausencia de diálogo, crea un vacío de sentido público, un quiebre de la institucionalidad, sorda si de cambios se trata. Desaparece la posibilidad de problematizar, para considerarlo, simplemente, un obstáculo y como tal, sacárselo rápidamente de encima, alejando incluso la posibilidad de construir matrices de aprendizaje diferentes desde las que se puedan pensar nuevas relaciones educativas.

La representación de estar formando jóvenes obedientes que concurran mansamente a la escuela para sentarse en sus bancos, prestando atención a la palabra indiscutida del maestro, lleva a la concepción de la adolescencia como transición, cuando es una forma de vida que hay que conocer para poder acompañar a los adolescentes en sus proyectos y decisiones. Este modo irracional e ignorante de las características de los jóvenes sólo nos va a llevar a enfrentamientos cada vez mayores, de los que saldrán perdiendo, expulsados del sistema, aquellos chicos más audaces, más transgresores y tal vez los que tienen mayores posibilidades de producir cambios y tener influencias positivas sobre sus compañeros.

A nuestro juicio, la tarea fundamental es ayudar a los jóvenes a crecer, a mejorar su autoestima, con fuerte vocación democrática y pensando que tienen un futuro y que pueden lograrlo, sintiéndose corresponsables de lo que sucede en su contexto.

No es novedad para ninguna autoridad educativa haber tenido que pernoctar en la escuela junto con los alumnos en alguna toma. Mucho es lo que se puede lograr si, en vez de generar temor ante medidas de individualización y amenazas de sanciones, convertimos la crisis en oportunidad. No hay mejor oportunidad para la formación de un buen ciudadano que las discusiones, debates y asambleas en los que se confrontan opiniones sin violencia, haciendo conocer los distintos roles que cada sector de la comunidad representa. Pocas veces la enseñanza de la no violencia tiene mejor oportunidad para ser colocada en el centro del conflicto.

Es sorprendente que el ministro de Educación de la ciudad, que es doctor en Educación y autor de una significativa producción escrita, haya aceptado este rol confrontativo, que lo obligó no sólo a dar explicaciones públicas y en especial a los legisladores, e incluso, reconocer la justicia de los reclamos aunque tememos que no va a lograr reducir la brecha que lo separa de docentes, padres y alumnos. Es de lamentar que la “tolerancia cero” sea el objetivo del sistema educativo del gobierno de la ciudad.

Sabemos que muchos padres se sienten impotentes para enfrentar las actitudes rebeldes, transgresoras e imprevisibles de sus hijos adolescentes y verían con gusto que la escuela se encargara de “ponerlos en vereda”. Hay padres que temen las reacciones de sus hijos y sueñan con que otros las enfrenten en su lugar. Por otra parte, no es menor la cantidad de adultos que ven a los jóvenes como enemigos, causantes de todas las tropelías que deben soportar en la vida diaria y por lo tanto también van a aplaudir con entusiasmo que se hagan listas con los transgresores y se les aplique todo el rigor de la ley.

La raíz del problema, a nuestro entender, es la necesidad de cambiar el eje de los protagonistas del acto educativo. Las estrategias deben considerar las nuevas formas de acceder al conocimiento. De la presencia omnímoda del docente debemos pasar a centrar la acción en los estudiantes, generando un lugar donde el adolescente desee estar. Esto requiere una estructura escolar totalmente diferente de la vigente ya que, por un lado, el docente ha dejado de monopolizar el conocimiento y los estudiantes tienen muchas otras fuentes a las que recurren con independencia y asiduidad, de modo que muchas veces los saberes del docente son confrontados por sus alumnos. Es pues un momento oportuno para analizar los cambios imprescindibles que permitan enfrentar un problema que se va a agrandar con el transcurso del tiempo y que tendrá graves consecuencias para el futuro del país.

Por otra parte, debemos aceptar que la función principal de la escuela debe ser lograr que cada estudiante construya su propio proyecto de vida, colaborando con su crecimiento, comprendiendo su cultura, conteniéndolo frente a la fuerte influencia de su contexto, creando en él conciencia de solidaridad y sobre todo brindándole respeto y un afecto sincero e incondicional. Además, se debe enfrentar el desafío de reemplazar el concepto de homogeneización por el difícil ejercicio de la diversidad adaptando la didáctica y la pedagogía a los grupos que conforman estas tribus juveniles que muchas veces nos asombran, asustan y confrontan. Seguir sin atender estos cambios lleva indefectiblemente a profundizar la brecha entre adultos y adolescentes.

Es de desear que este conflicto llame a la reflexión a las autoridades municipales y las lleve a modificar los criterios hasta ahora en vigencia. Si esto sucediera, tal vez se pueda comenzar a pensar que hay que cambiar de fondo la educación secundaria para poder enfrentar el desafío de que todos los niños, niñas y jóvenes hasta los 18 años estén en la escuela, terminen su secundario y accedan a estudios superiores.

Sólo cuando los hijos de los asalariados, de-socupados y excluidos puedan concurrir a la universidad, podremos imaginar un país diferente, más justo y solidario.

* Profesor Honorario UBA.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Tomas de colegios

Jueves, 11 de Septiembre de 2008

LA VIDA DETRAS DE LA OCUPACION DE LAS ESCUELAS SECUNDARIAS

Hay una toma en el colegio
En estos días de tomas en colegios secundarios, las sospechas son más o menos estándar: ahí debe haber sexo, drogas y rock and roll. ¿Qué otra cosa puede pasar en un sitio lúgubre y a puerta cerrada, con todas esas hormonas revoloteando y un dulce tufillo a prohibido? Pero adentro, el infierno son los otros; afuera, funcionarios de hielo y viejas reaccionarias; puertas adentro, los conscientes de que algo hay que cambiar. Disculpas, entonces, por aniquilar el morbo. Pero si todo sale mal, el lunes vuelve la toma generalizada.


Por Mario Yannoulas

“Colegio tomado” espetan los carteles pintados a mano y algún que otro graffiti. Nada fuera de lo común. Un reclamo por mejoras en la calidad de la educación pública. No es novedad. 16 secundarios porteños tomados en el transcurso de una semana es un buen número. Representantes de 57 colegios reunidos en asamblea es una banda. 30 mil alumnos sin becas, también. Hay ciertas cosas que el dinero sí puede y debe comprar, y de eso se trata la nueva lucha de los estudiantes secundarios porteños, que planean una toma generalizada para el lunes en la Capital.

La toma es un recurso de protesta tan clásico como las polémicas que genera. Si se hace la prueba de invocarla en charla espontánea con un desconocido, son altas las probabilidades de escuchar palabras como “vagos” o “pendejos” del otro lado. Pero pocos saben efectivamente qué es lo que pasa durante el día, y qué ocurre cuando las puertas se cierran con todos esos adolescentes adentro. Por otro lado, tampoco se conocen los motivos esenciales. En definitiva, no se suele saber bien qué carajo hacen los pibes desde adentro.

El argumento
La gota que rebalsó el vaso fue el recorte del 50 por ciento de las becas de estudio por parte del jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, y su ministro de Educación, Mariano Narodows-ky. El discurso paralizante y anti–política que avanza desde la última dictadura, y hoy tiene en el PRO un exponente, fue la génesis de su propia paradoja, tal vez por creer que siempre se puede tirar un poco más de la soga. Pero los pibitos se retobaron, porque al recortar 10 millones de pesos en becas, que les hubiesen permitido a treinta mil (¿ex?) estudiantes llegar al colegio en transporte público o comprar materiales de estudio, entre otras cosas, el gobierno porteño completó la lista: bajos salarios docentes, falta de presupuesto, pequeñas viandas podridas y condiciones edilicias preocupantes ya eran suficiente. Seguramente, la consecuente deserción tienda a engordar los números del trabajo infantil.

Los reclamos hacia la política macrista se pliegan a un descontento general con respecto al estado de la educación pública. Paralelamente, estudiantes de la UBA también toman facultades y sus docentes también paran, en reclamo por mejores condiciones edilicias y mejores sueldos.

Las sospechas son las mismas que recaen sobre cualquier tipo de juventud más o menos estándar: ahí debe haber sexo, drogas y rock and roll. ¿Qué otra cosa puede pasar en un sitio lúgubre y a puerta cerrada, con todas esas hormonas revoloteando y un dulce tufillo a prohibido? Pero adentro, como lo escribió Sartre hablando de puertas cerradas, el infierno son los otros: afuera, funcionarios de hielo y viejas reaccionarias; puertas adentro, los conscientes de que algo hay que cambiar, y de que esos cambios sólo llegan después de pelearla. Disculpas por aniquilar el morbo, pero éste no es un caso de sexo, drogas y rock and roll. Más bien es asamblea, sanguchitos y emepetres.

En el secundario, después de los floggers, los emos, los tragas, los pibes chorros y los inclasificables, están los que militan. “Allá están los hippies”, señala uno cuando se le pregunta por ellos. Aunque todavía los pinte un poco el espectro psicobolche, los militantes están menos lookeados que antes. Son más identificables por la negativa, porque no se peinan liso y al costado, no usan ropa llamativa ni excesivamente oscura, no usan llantas ni pantalones chupines. Su lengua no está tan empapada de palabras digitales, dicen más veces “lucha” que “posteame”, y les tienen menos miedo a las relaciones cara a cara. Entre la Revolución Rusa, el Cordobazo, la iconografía de los ‘70 y la nube de bits de la blogósfera, la franja de militantes secundarios actual es algo así como un eslabón perdido en la cadena de vínculos sociales púberes. La particularidad de estas últimas semanas es el alto nivel de adhesión que lograron, incluso en compañeros que nunca se habían interesado por la política.

Militancia en movimiento
Ana Walger es alumna de cuarto de la Escuela de Cerámica Nº 1, de Almagro, el colegio que se arroga más tiempo seguido de toma, con doce días corridos en la cartera. “El año pasado, el movimiento era prácticamente nulo –relata–, pero con esto de las becas los chicos se acercaron al centro de estudiantes, nos empezamos a reunir en asamblea para explicarles cuál era el problema y contarles los otros motivos por los que nos parecía propicio tomar el colegio. De a poco, a medida que se informan, se interesan mucho más.” María Clara Fiszson, compañera de lucha, sugiere que la participación real sigue sin ser mayoritaria: “Acá, de 306 alumnos, sólo cincuenta estábamos fijos en la toma”, dice.

Las historias de toma aparecen atravesadas por la relación de los alumnos entre sí –ponerse de acuerdo para decidir qué hacer, ponerse de acuerdo en la manera de pasar las horas nocturnas, ponerse de acuerdo en qué hacer si alguien prende un porro–, por la relación con las autoridades del colegio y, por último, por las reacciones del gobierno de la Ciudad ante las medidas.

Pero esta vez los pioneros son los alumnos del Mariano Acosta, que a mediados de julio han dado el puntapié inicial en la lucha contra el gobierno porteño. También lo decidieron en asamblea, por votación de la mayoría. De ahí en adelante, el resto de los colegios parece seguir esos pasos. El problema que afrontan los alumnos del Acosta, y que luego va a tocar a los de Cerámica, son las denuncias de sus propias autoridades por usurpación de espacios públicos.

Es la primera vez que Gonzalo se queda a dormir en el colegio. Mira cómo sus compañeros sacan sanguchitos de las mochilas y se quiere matar. Pide ayuda y se le solidarizan con unos mordiscos. Le queda tan sólo medio paquete de pepitas húmedas, de las que vienen con el dulce rígido. Se olvidó de decirle a la vieja que, por más que no lo apoye en ésta, al menos no lo deje morir de hambre. Mientras dura la asamblea no escucha los ruidos de su panza. Sólo las opiniones de los demás. No entiende cómo puede perderse tanto el tiempo en discutir pelotudeces. Horas después, alza la mano a favor de un día más de toma y se tira a buscar música en el reproductor de mp3. De algo está casi seguro: muy lejos estamos de la revolución.

Como Gonzalo hay muchos. La toma tuvo más debutantes que otras veces, que descubrieron que gran parte de los tiempos muertos llegan a la noche, cuando la mayoría se va a casita y hay que poner el cuerpo. En tanto algunos hablan de atacar a Kirchner y a Macri por igual, una cartulina roja pendula, a punto de caerse. El techo también está a punto de sucumbir, y por eso algún cauteloso le puso un enrejado abajo. Como para cuidar las cabecitas.

La comisión va por dentro
Una comisión proyecta armar muestras, clases públicas y charlas abiertas, mientras uno exalta a todos con las “buenas” nuevas: Macri se está dedicando a armar listas negras. Las caras de indignación le dan paso a una nueva asamblea, en la que expresiones de miedo y de furia se disputan el mando. Algunos ya agachan la cabeza porque no pensaban llegar a tanto. A otros se les sale la adrenalina por los ojos. Uno recuerda la famosa “Noche de los Lápices”. Otro se limita a gritar: “¡Qué facho hijo de puta!”. A esta altura, el colegio no parece un lugar tan divertido como cuando hay hora libre. Una rubia acurrucada en un rincón busca refugio en la lectura: es La insoportable levedad del ser.

Camila González, alumna de quinto año del Fader, opina que esta vez la toma fue bastante organizada. “Es la primera vez que no somos diez gatos locos”, confiesa. La primera asamblea se impulsó cuando no hubo respuestas sobre la obra del edificio, que está parada desde hace un año y medio. Ahí se decidió la toma. Al día siguiente, 330 pibes de la mañana ratificaron la medida. Se mueve para organizar un festival, una exposición y diferentes talleres, para esa gente que piensa que cuando hay toma no se hace nada. La última ocupación termina con una movilización en la que el Fader solito mueve a 130 pibes. “Hacía mucho tiempo que no llevábamos tanta gente. No serán buenos oradores en asamblea, pero tienen los ojos abiertos, saben qué es lo que está mal y qué hay que hacer”, traduce.

Otro chiste de Maurizio: se dicta la suspensión de clases en todas las instituciones tomadas, para romper con lo que se venía haciendo en colegios como el Avellaneda, es decir, toma con clases. “Es un intento por hacernos pelear con los padres y el resto de la gente, y desbaratar el movimiento”, opina María Clara, de Cerámica.

Iván Ikosky, alumno de cuarto año del Normal 6 de Palermo, reflexiona sobre la forma de hacer política en su colegio, que se complica cuando, además de secundario, hay jardín, primario y terciario. El 40 por ciento de los alumnos secundarios le dice sí a la toma. “Se dieron asambleas en forma constante, fue algo democrático, con padres del primario que vinieron a confrontar y que terminaron apoyándonos después de escucharnos en asamblea. Los terciarios también dieron su apoyo.” Sin embargo, en su colegio la toma dura menos de veinticuatro horas, y a Iván le comunican que está suspendido por dos días. “Están persiguiendo a todos los que impulsamos la medida. En vez de unirse, se paran en la vereda de enfrente”, se queja. En Cerámica se había permitido la cursada normal de los terciarios. Luego de doce días, los compañeros deciden a cara cansada que la propuesta es de no levantar la toma sino suspenderla hasta que haya novedades.

El martes 2 llegan novedades para todos. En la puerta del Avellaneda, ya despejada del alumnaje, reluce una misiva dirigida al rector, firmada por Walter Bauzada Martínez, subsecretario de Inclusión Escolar y Coordinación Pedagógica. Cada colegio recibe una igual: “En virtud de haber superado el momento en el que las tomas impedían el diálogo, y de acuerdo con nuestro compromiso público de garantizar que cada estudiante que lo necesite tenga su beca, es que le solicito que transmita al Centro de Estudiantes de su institución la invitación a una mesa de diálogo, el día jueves 4 a las 19 horas en la Dirección de Juventud, ubicada en la calle Piedras 1821”, dice. Participarán de la reunión el coordinador del programa de Educación y Memoria, el coordinador del programa Ciudad Educativa, la misma subsecretaría y un representante de cada centro de estudiantes convocado.

Al día siguiente, alumnos y docentes marchan juntos hacia el Ministerio de Educación porteño, en Paseo Colón al 200. Entre tantas consignas, se convoca a representantes de todos los colegios a una asamblea general estudiantil, a realizarse el sábado 6 de septiembre en el colegio Rawson, de Villa Urquiza.

La coordinación
Es sábado a la tarde. Las calles están mojadas y parece ser el día más frío del año. Rodolfo sale a la puerta del Rawson y defenestra la reunión del jueves. “Nos mandaron a un don nadie que de ninguna manera va a poder solucionar la problemática, porque nosotros mismos tuvimos que explicarle qué era lo que estaba pasando. Nos preguntaron qué solución proponíamos, y les dijimos que queremos becas, viandas y presupuesto, cosas que se resuelven con plata que venimos reclamando desde principio de año. Nos dijeron con rodeos que no nos iban a dar nada. Y no es porque falte guita sino porque están atacando políticamente a la educación pública.”

El fracaso de la reunión parece haberle dado más impulso a este encuentro, que se perfila como histórico. Hay representantes de 57 colegios (36 de Capital, 20 de provincia) interesados en el tema, que por lo visto sobrepasa los límites de la Ciudad y por momentos se extiende a un reclamo a nivel nacional, dependiendo de quién encare la charla. A las tres, puntual, se instalan los que serán ejes de discusión toda la tarde: las próximas medidas a tomar, el tipo de coordinación necesario para definir y llevar a cabo esas medidas. Pero el dato más extraordinario sigue siendo la concurrencia: es la primera vez que emisarios de tantos colegios se presentan para definir un plan en conjunto a favor de la educación pública.

Al lado de la puerta está Juan Galeano, militante de última hora. A este alumno de tercero del Fader se le notan la impericia y la falta de tradición: le cuesta un huevo soltar las palabras en el grabador. Todavía tímido, dice que este año empezó a meterse en la política del colegio, aunque minutos después sea él el que se acerque: “Antes te dije que empecé a meterme este año. Eso sería mentir. La verdad es que empecé hace un mes y medio, a causa de este tema de las becas. Me metí para luchar”, susurra.

Milit-antes y ahora
Ahora, menos sectario que antes, el movimiento estudiantil secundario está conformado por tres grupos básicos. El primero lo ocupan los que militan en partidos políticos, que no sólo se dedican a debatir sobre educación pública sino también a resolver roces interpartidarios. Después están los independientes con experiencia, pero sin adhesión. Por último, la camada que se sumó a esta lucha en particular.

Durante un largo receso, Rodolfo repite que hay compañeros vendiendo café y alfajorcitos de maicena para pagar dos vidrios que se rompieron durante la toma. A la vuelta, tres pibes de Villa Soldati ocupan el centro en el discreto hall del Rawson. El de pelo largo y vincha toma la voz para anunciar la primera toma en el sur de la ciudad. “Fui a la marcha del miércoles, vi todo lo que estaba pasando y me gustó mucho. Al día siguiente arreglamos una asamblea y votamos a favor de tomar la escuela desde el jueves hasta el viernes a la noche.”

Por la sala anda dando vueltas Pablo Izcovich, un ex trabajador del programa de becas que fue despedido en febrero. En un momento pide la palabra. “Macri no se esperaba este quilombo, por eso está tratando de flexibilizar las medidas”, perjura. ¿Nueva militancia? ¿Movimientos fortalecidos? El tiempo lo dirá. Por ahora son La cómo se olvidó la política después de diciembre de 2001asdfsfd.

martes, 9 de septiembre de 2008

Minería y pueblos originarios

Martes, 09 de Septiembre de 2008
SOCIEDAD › UN MILLONARIO EMPRENDIMIENTO METALIFERO PONE EN RIESGO A PUEBLOS ORIGINARIOS EN LA PATAGONIA

Negocios mineros, pesares indígenas
La compañía canadiense Aquiline y el gobierno provincial impulsan en el desierto de Chubut un yacimiento de plata y plomo, uno de los metales más nocivos. Las reservas llegan a unos diez mil millones de dólares. Reclamos de las comunidades aborígenes.

Por Darío Aranda

Desde Gan Gan y Gastre, Chubut

Caminos rectos que finalizan en el horizonte, interminables. Clima seco, viento permanente y remolinos que cruzan la ruta de tierra. Ni ranchos ni árboles ni personas a la vista, sólo arbustos y guanacos huidizos. Es el paisaje monótono, durante cinco horas, en la soledad de la meseta de Chubut, el extenso y árido espacio que separa el mar de la cordillera, pleno corazón de la Patagonia. Victorino Cual, abuelo tehuelche, está enfermo, un dolor estomacal lo tiene a maltraer y una ceguera le arruinó un ojo y avanza por el otro. “Siempre dijimos que no. Siempre diremos que no. ¿Por qué es difícil que nos entiendan?”, increpa Victorino, de 75 años, nacido y criado en el lugar, que rechaza el proyecto minero Navidad, de la empresa canadiense Aquiline Resources, iniciativa que avanza sobre territorio originario violando leyes nacionales y tratados internacionales que obligan, a cualquier iniciativa que afecte su forma de vida, a contar con la aprobación indígena. El yacimiento, con reservas por diez mil millones de dólares, es rechazado por las consecuencias negativas del plomo –tanto en el medio ambiente como en la salud– y el gigantesco uso de agua: 460 litros por segundo, 40 millones de litros por día, durante los quince años de vida del yacimiento, y en una zona donde el agua es el bien más escaso. El gobierno provincial tomó partido: calificó el proyecto como “una experiencia fantástica”.

“No somos mineros. Somos indígenas que criamos animales y respetamos la tierra desde hace cientos de años. ¿Eso tampoco se entiende? ¿Quieren cambiar nuestra forma de vida?”, arremete el abuelo tehuelche, mueve la cabeza en desaprobación y deja sin palabra.


De Toronto a Gan Gan

El Yacimiento Navidad es uno de los depósitos de plomo y plata más grande del mundo aún sin explotar, llamado “Navidad” porque los primeros resultados de laboratorio estuvieron un 25 de diciembre. El yacimiento estuvo en manos de la compañía IMA Exploration hasta julio de 2006, pero –juicio mediante en Canadá– fue traspasado a Aquiline Resources (el caso fue un hecho sin precedentes en la historia jurídica argentina, el conflicto sobre recursos naturales de Argentina no se resolvió en la Justicia local sino en tribunales extranjeros). La última estimación de reservas asegura la existencia de minerales por diez mil millones de dólares.

El 15 de noviembre de 2007, en la tarde de Toronto, la compañía canadiense Aquiline organizó una conferencia telefónica entre el directorio y sus accionistas. La evaluación del proyecto Navidad fue el tema principal. La conclusión fue que no había “ningún aspecto del proyecto que pudiera generar un rechazo por parte del gobierno” (tanto nacional como provincial).

Gan Gan es un pueblo de quince manzanas cruzadas por la ruta provincial 4, a 370 kilómetros de Rawson, que une la cordillera con la costa de Chubut, pleno desierto, de 600 habitantes y zona de pequeña ganadería. Sólo 50 kilómetros lo separan del yacimiento, será de las zonas más afectadas. La familia tehuelche Cual habita en la zona desde 1902, con quince leguas. El propio pueblo de Gan Gan se construyó sobre parcelas donadas por la comunidad indígena. A cien años de esa donación, los Cual perdieron trece leguas a manos de empresarios y comerciantes. Hasta el cementerio comunitario quedó en parcelas apropiadas por un terrateniente local. En la actualidad, los Cual sobreviven en dos leguas, insuficientes para la cría de animales.

Don Victorino Cual nació en la estepa de Chubut. El rancho de adobe y chapa, construido por sus manos, tiene tres habitaciones. Una ventana pequeña deja en penumbras la cocina comedor, que recibe con una ronda de sillas y bancos desvencijados. Victorino viste pañuelo rojo al cuello, camisa azul, bombachas de campo deshilachadas y alpargatas. Está enfermo, pero no quiere dejar pasar la oportunidad de contar los pesares. “Nos robaron la tierra, no nos dejan criar a nuestros animales, y encima nos quieren sacar el agua y envenenar con su mina. Y los políticos trabajan para ellos.”

Empleados de la minera recorrieron la zona media decena de veces. Visitaron las comunidades indígenas, se mostraron amables, serviciales. Realizaron una encuesta, preguntaron si aceptarían otro campo y quisieron hacer firmar un papel confuso. “No agarré nada, pero sé de hermanos que sí lo han hecho, los han apretado, estuvo fulero ese asunto”, explica Cual, de rostro adusto, nueve hijos y tres nietos. Y la situación empeoró cuando el gobierno provincial, a través de sus punteros locales, comenzó a presionar para que dieran la bienvenida a la minera.

El gobernador Mario Das Neves, que ya se postula a presidente para el 2011, no aceptó el llamado de este diario, pero sí se refirió a la actividad minera el 25 de junio en la Embajada de Canadá (país de origen de gran parte de las empresas que desembarcan a lo largo de la cordillera). “Creo que el proyecto Navidad es una experiencia fantástica. Ustedes tienen que tener la tranquilidad de que en mi provincia no somos nada prejuiciosos con la actividad minera, que somos cuidadosos y que queremos, cuando alguien invierte, que tenga la tranquilidad de que no se le van a cambiar las reglas de juego”, afirmó. Los 120 empresarios canadienses aplaudieron y sonrieron con satisfacción, según da cuenta el mismo sitio de Aquiline, que publicó una crónica del cóctel.

Victorino Cual se calza la boina, mira por la venta de su casa hacia el mallín y sentencia: “Nos ha quedado poco de nuestro campo. Aunque los políticos insistan, no podemos permitir dar permiso de que nos arruinen la tierra y el agua. No queremos plata, la plata se funde, se gasta, el campo queda y nos da vida”.


Agua escasa

Gan Gan significa en idioma ancestral gran comida. Cuenta la historia que la zona era paso de viajantes y carros, donde se recuperaba fuerza para llegar a la cordillera o el mar. Muy famoso es su mallín (reservorio de agua superficial con pastos tiernos), punto de recreación y refresco durante los veranos. En enero pasado nadie pudo zambullirse, una sequía castigó la zona. Falta de tierras y escasez de agua complican cualquier cría de animales: pocas pasturas, chivas flacas, reproducción exigua y caída de los ingresos familiares conforman una cadena. “Se nos mueren muchos animales por falta de tierras. Y con la minera será peor porque habrá menos agua”, lamenta Patricio Huichulef, de la comunidad Chacay Oeste-Laguna Fría.

Tiene 64 años, diez hijos, siempre habitó el mismo rancho, desde que nació, al igual que su padre. Habita y trabaja la misma tierra desde hace décadas, pero no posee título de propiedad. Vive de lo que produce con sus manos, padece el acoso de empresarios que quieren quedarse con sus campos. Y enfrenta una industria extractiva.

“Esta gente (los empleados de la minera) recorren los campos, no piden permiso, entran nomás y van marcando con banderas donde les interesa hacer pruebas. Eso ya está mal y nosotros no lo aprobamos. Tampoco dimos permiso para correr el chenque (cementerio), eso no se toca, y estos señores que hablan lindo entraron y corrieron todo”, se indigna Huichulef y cuenta que le hicieron encuestas, que preguntaban si vendería el campo, que prometían trabajo, mejora de casas, comida y hasta autos. “No firmé nada y no quiero nada de ellos. Les dejé claro que no voy a dejar el lugar donde crecí.”

Las comunidades indígenas de la meseta tienen presente el accionar minero. Cerca de allí, en Gastre, funcionó Mina Angela, la mayor experiencia de minería metalífera en la provincia. Sólo quedó de ella un enorme depósito de residuos tóxicos acusado de envenenar suelo y agua con cadmio, metal pesado productor de cáncer.

En el mismo desierto patagónico, pero cruzando el límite provincial, trabajan desde hace cinco años en la puesta en funcionamiento de una mina de oro y plata a cielo abierto, con cianuro, en la localidad rionegrina de Ingeniero Jacobacci. El gobierno de Río Negro rechazó el informe de impacto ambiental de la empresa y sancionó, motivado por la movilización de las organizaciones sociales, una ley que paralizó momentáneamente la explotación del proyecto. Pero la compañía se mantiene en el lugar, asegura que obtendrá el permiso. Se trata de la canadiense Aquiline Resources, la misma que impulsa el proyecto Navidad y que ya mostró su poder de persuasión con los gobiernos de Chubut y Río Negro: en menos de diez años logró tomar control de 500 mil hectáreas para exploración minera.

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SUBNOTAS
Borrando la historia
Por Darío Aranda
La batalla por el agua
Mis Recortes: 1 [4%]

Tomas de colegios

Martes, 09 de Septiembre de 2008
SOCIEDAD › OPINION

Educando a Mariano
Por Enrique C. Vázquez *

Durante la virtual interpelación que debió afrontar Mariano Narodowski el viernes 29 de agosto en la Legislatura porteña, a partir del conflicto provocado por las tomas de colegios, el ministro no pudo responder consistentemente a casi ninguna de las preguntas formuladas por los diputados.

En su intento por defenderse, Mariano –como gusta firmar sus cartas dirigidas a los docentes– sostuvo que el problema no son sólo las becas sino el conjunto de las políticas de inclusión en el área educativa. No le fue mejor con esta estrategia, ya que le llovieron críticas sobre los recortes en temas tan sensibles como el Programa de retención de alumnas-madres, alumnos padres y embarazadas, los subsidios a cooperadoras, las escuelas de reinserción y el programa Zonas de Acción Prioritaria.

Pero lo que aquí está en discusión es una cuestión aún más global. Se trata de lo que, de manera grandilocuente, Mauricio y su ministro llaman Proyecto Escuela. El conflicto por las becas puso al desnudo las carencias de un gobierno que se llenó la boca durante la campaña electoral hablando de sus equipos técnicos y del largo tiempo de elaboración de las políticas que aplicarían una vez en funciones. Sin embargo, en los colegios secundarios, además de los mencionados recortes, no se vio mucho más que la absurda imposición de cantar “gloria y loor al gran Sarmiento” en todos los actos escolares. Y cuando se generalizaron las tomas de colegios, asomaron los perfiles ideológicos de la política educativa del GCBA.

El ministro hizo todo cuanto pudo para que los docentes se divorciaran del reclamo estudiantil. Primero envió un fax a las escuelas en el que decía que “la toma/ocupación de un edificio escolar supone el cese inmediato de toda actividad educativa”. Luego se hicieron llamadas telefónicas a los colegios para que los profesores no dieran clases y se pidieron listas de los alumnos involucrados en las tomas. Finalmente, y por si quedaba alguna duda, el ministro recorrió las radios, anunciando que en los colegios tomados las clases estaban suspendidas.

En parte, la maniobra fue exitosa: en casi todos los colegios los estudiantes que participaron activamente de las tomas fueron minoría y los profesores que priorizaron el diálogo con los alumnos permaneciendo en las aulas fueron pocos. Como se ve, el discurso del ministro operó sobre los jóvenes y los adultos cuya conciencia y compromiso son más débiles.

Sin embargo, el maratón de 24 horas de clases continuadas que se hizo en uno de los colegios tomados –el Nicolás Avellaneda–, en el que nunca se suspendieron las clases, mostró otra realidad. Una realidad que el ministro admitió no conocer en la reunión de la Legislatura, cuando esgrimió que no le era posible saber qué ocurría dentro de los colegios tomados y que su fuente para tener un panorama de la situación eran las fotos que había publicado un matutino porteño.

En la misma reunión con los legisladores chicaneó a un diputado, acusándolo de que avalaba con sus dichos una “pedagogía de la toma”, pues el legislador había sostenido que, de no haber habido en la Argentina medidas de lucha desprolijas o contrarias a las normas vigentes, hoy no tendríamos sufragio universal, ni derechos sociales.

Cabe preguntarse, entonces, ¿cuál es la pedagogía del ministro? ¿La de las aulas vacías? ¿La de profesores que no dialogan con sus alumnos? ¿La que pone límites con amenazas veladas o explícitas? ¿La de las listas negras? ¿La del orden sin debate?

En estos días, muchos jóvenes demostraron que quieren aprender junto con sus profesores a ser sujetos activos de un cambio social. Que no quieren que su formación como ciudadanos los convierta, de aquí a poco, sólo en votantes cada dos años y en prolijos pagadores de ABL. Y no se trata de endiosar a los adolescentes sino, simplemente, de estar con ellos y de no tenerles miedo. Este conflicto puede ser una oportunidad para que todos aprendamos y, de paso, colaboremos con la educación de Mariano.

* Historiador. Profesor del Colegio Nicolás Avellaneda.

Tribus urbanas

SOCIEDAD › PELEA DE TRIBUS ADOLESCENTES FRENTE AL ABASTO

Otra de floggers, emos y cumbios






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Otra batalla de tribus urbanas en el Abasto Shopping. Ocurrió en la tarde del domingo y se enfrentaron dos bandos. Floggers y emos unieron fuerzas contra hiphopperos y cumbios. Fueron separados por la policía y los guardias del centro comercial. Hubo unos veinte adolescentes demorados, que ayer recuperaron la libertad. En lo que va del año, ya se habían enfrentando en varias oportunidades en el shopping.

La pelea comenzó el domingo alrededor de las 16, en las escalinatas del Abasto. Allí se enfrentaron a puñetazos y puntapiés unos diez minutos. Roberto M., empleado del shopping, dijo ante la prensa que “lo grave del hecho es que se repite cada vez con mayor frecuencia”. Los adolescentes, de entre 13 y 17 años, estaban demorados en la comisaría 9ª y fueron liberados por disposición del Juzgado de Menores Nº 1. Estaban detenidos bajo los cargos de “riña callejera y gresca”.

“Fue una pelea entre los cumbios de Almagro y Caballito. Nosotros y los emos quedamos en el medio”, dice Braian, administrador del fotolog.com/sho_rubio. Sin embargo, su flog deja entrever otra versión. “El término flogger como insulto me cansó. Tolerancia cero, me cansé de hacerme el boludo. Me cansaron todos, ahora voy a responder el insulto. Esto va a traerme consecuencias, pero bueno, se vienen vientos de guerra, ya lo saben”, posteó ayer.

En la comunidad fotolog, el problema son los cumbieros. Del lado de los cumbios también apuntan contra los otros, floggers y emos. “No soy glam ni flogger ni cumbiera, sino cheta. Con los cumbios no tengo problemas, pero el problema es que ellos nos discriminan, porque nos vestimos en tal o cual lado, no tenemos sentimientos según ellos”, dice Maru, fotologuera de 13 años. Aclara que ya “superó” la etapa de flogger. “En el Abasto los floggers se juntan a caminar, se llaman por el nombre del flog, o sea ves a alguien que vos sabés que es cumbio y la llamás y te sacás fotos con ella”, explica Maru.

A los floggers se los ve en el Abasto, en la flor mecánica de la avenida Del Libertador y en la matinée de Ku. Son andróginos, visten pantalones chupines, remeras de escotes v, All Stars o zapatillas deportivas (Nike, sobre todo) y flequillo peinado hacia el costado, tapando la cara. Y siempre se fotografían para subir sus imágenes al flog para que sean posteadas. Cumbio, una adolescente de 17, es su referente y reina en el Abasto. Detrás del nick Cumbio está Agustina Viveros, una de las caras de la campaña publicitaria de Nike.

Mientras, en la galería Bond Street, los shoppings Caballito y Abasto, el Palacio Pizzurno y en el Cementerio de la Recoleta pululan los emos. Tribu integrada por adolescentes de look asexuado, mezcla de neogóticos y hardcore melódico, alisados permanentes, piercings, delineador y caras de sufridos. Son chicos tristes: Emo Morales, el personaje de parodia de Peter Capusotto, es el emo más celebre.

En el otro bando están los blakies (hip-hopperos y cumbios). En la zona oeste (Ramos Mejía y San Justo) riman morochos hip-hopperos. Visten ropa deportiva holgada, zapatillas (llantas, les dicen) Nike y viseras, como un “gangsta” neoyorquino. Además de rimar sin repetir frases, pintan graffitis, bailan break-dance y disfrutan de las riñas de gallos. Los cumbios comparten las mismas cualidades esenciales del hip-hoppero, salvo que escucha cumbia y habita en todo el Gran Buenos Aires.